Volviendo a Casa - Feliz Cumpleaños, Alec.

El aroma de flores y madera particular de Alicante llego a Alec tan pronto como el portal azul se cerró detrás de él. La luz blanca desde las montañas se reflejaba en él como rayos inteligentes que le daban la bienvenida. Estar en Idris había cambiado desde hace un par de años para él, estar ahí ya no representaba un honor que le había sido arrebatado de pequeño por algo que nunca fue su culpa, hacía años que ir a su país natal representaba el ser parte del lugar en donde habías nacido, Alicante era y seria ahora siempre una parte de él, no su hogar, su hogar estaba al otro lado del mundo entre greenpoint y la avenida Manhattan, pero siempre se sentía feliz de estar en Alicante.

Alec inicio su camino hacia el Gard pensando en las cosas que habían cambiado desde hace años, ciertamente su vida tenía un gran punto importante que había cambiado; del color claro oscuro hasta el azul brillante y multifacético. Tan impresionante como Magnus Bane. Magnus había sido ese brujo interesante y apuesto que le había guiñado en una fiesta, pasando por la primera persona que acepto salir con él, porque Alec nunca había deseado salir con nadie antes, le dio su primer beso despertando algo en su interior que no sabía que existía, se convirtió en su primer novio, en la primera persona que realmente amo y ahora, ese mismo Magnus Bane era el padre de sus dos hijos. La vida se había notado más en cambios desde el primer momento en que miro a Magnus Bane.

El clima en alicante le refrescaba como solo el viento de otoño lo hacía, era un día hermoso y todo parecía maravilloso.

Llegar ahí había sido fácil como no lo fue la despedida. Su pequeño bebé, Max se había aferrado a su pecho llorando por él e intentando que no se fuera. Magnus le había pedido un poco de tiempo para poder ayudarlo con eso ya que su amado estaba ocupado persiguiendo al inquieto Rafael que había amarrado un listón con cascabeles a la cola de Presidente. El infeliz gato corría alrededor del apartamento con Rafe como su sombra, tratando de escapar de él y su inquieta imaginación.

Magnus no se caracterizaba por ser paciente, se detuvo en medio del salón y con un fuerte respiro chasqueo sus dedos haciendo que el listón, los cascabeles y el terror del gato desaparecieran, Rafael miro a su padre en reclamo.

Magnus levanto sus manos.

―Ven a despedirte, Rafael, papa se va ya.

Ninguno de los dos morenos puso en la mesa la discusión de la mágica desaparición del juego del niño. Rafe se resignó a pensar en una nueva forma en cuanto él pudiera despedir a su daddy.

Alec podía recordar ese momento como podía recordar las manitas regordetas de Max alrededor de su cuello.

―Te prometo que no tardare, te prometo que no sentirás que me fui.

Alec logro despegar al bebe de su chaqueta para entregarlo a Magnus.

Los ojos de él y de Magnus se encontraban como dos imanes cada vez que estaban juntos, incluso cuando se hallaban en diferentes áreas de la habitación. El verde dorado brillante mirando al azul profundo.

―También te lo prometo a ti.

Alec recordó la mano de Magnus sujetando su cabello y jalándolo con cariño. Ambos sabían que era un día especial, pero al igual sabían que Alec siempre ponía el deber sobre las festividades.

Magnus pego su frente con la de Alec, sus ojos estaban cerrados mientras le murmuraba.

―Se cuidadoso por favor, y vuelve a casa seguro.

Alec seguía caminando por la montaña que era el Gard con una sonrisa en su rostro al recordar el beso que Magnus le obsequio antes de irse de Nueva York.

Levanto su rostro para que los rayos del sol le tocaran, aun cuando habían pasado varios minutos del beso, pudo sentir el rubor subiendo por su rostro, sin importar el tiempo; algunas cosas nunca cambiaban.

El ruido de sus flechas chocando entre si al caminar le recordó la forma atenta en la que el travieso Rafael Lightwood le entrego su arco y carcaj siendo esta la forma en la que le deseaba un buen viaje.

La sonrisa de su precioso hijo seguía en su mente al llego a las grandes puertas metálicas. A pesar de que el Gard era una prisión en la parte baja y oscura de la montaña, también era el edificio en donde se llevaban a cabo la mayoría de las juntas del consejo y concilio que formaban a la Clave, era difícil creer que la lujosa construcción con grandes murales de héroes míticos y ángeles ascendiendo era también el más temible de los calabozos.

Le fue sencillo hacer su camino hacia la oficina del inquisidor. Esa misma mañana su padre había enviado un mensaje de fuego para convocarlo a lo que se refirió como una misión especial, y al que solo él podría ayudarle. Alec no esperaba pasar así su cumpleaños, su padre le había felicitado en medio de una petición desesperada lo que le hizo darse cuenta que era un problema serio.

Llamo a la puerta y con esa voz que le había provocado antes decepción fue invitado a pasar, pensar en esos amargos momentos no le gustaba, pero en ocasiones no podías alejar a los demonios aun con el poder de la más intensa luz mágica.

Adentro le esperaba su padre el inquisidor y un hombre que Alec no recordaba conocer.

―Alexander ―le llamo su padre con una sonrisa cordial―. Gracias por haber venido a mi llamado repentino y más tratándose de este día.

Alec levanto su mano para detener las palabras de su padre.

―Parecía importante y grave ¿En qué puedo ser de ayuda?

Robert Lightwood agradeció silenciosamente y aun a pesar de no querer aceptarlo, y no por primera vez por Magnus, Magnus quien había despertado en su hijo el incentivo de vestir, si no de manera extravagante, si de una manera decente. Su cuerpo desgarbado y alto se miraba ya más como el de un hombre y menos como el de un joven mal vestido. Su cabello seguía cayendo sobre su cabeza como tinta negra, pero tinta ahora recortada por alguien que sabía más de lo que hacía y no como si Alec lo hubiera cortado por sí mismo.

Robert se sintió, una vez más, orgulloso de su hijo.

―Deja presentarte a…

El hombre que le acompañaba en su oficina le detuvo.

― ¡Es tu hijo! ―dijo sin más ―claramente lo es, Robert.

El hombre se acercó a Alec quien había tomado guardia frente al escritorio de su padre.

―Robert y yo nos conocimos de jóvenes, te conocí cuando apenas y lograbas dar dos pasos, un tremendo niño, mira en lo que te has convertido ―le sonrió el amable hombre.

Los cazadores de sombras no solían hablar de otras personas, no de niños encantadores que pudieron haber conocido, era extraño aun para Alec, que tenía en su billetera las fotos de sus dos hijos, oír escuchar hablar a este hombre cazador de sombras sobre un tremendo niño que había conocido y que lo hiciera con entusiasmo.

―Terrence Vélez es director en el instituto de España ―informo su padre―. Ha sido designado ahí desde hace pocos meses y su ciudad está teniendo problemas con algunos subterráneos, ha venido a mi buscando ayuda.

Terrence no tenía ningún problema en hablar aun cuando alguien más lo estaba haciendo.

―Tu padre no pudo pensar en alguien más, el tema con los subterráneos es delicado y me ha dicho que has hecho un excelente trabajo en Norteamérica, espero y puedas ayudarme.

Alec era un soldado eficiente.

―Hare todo cuanto pueda, señor.

Terrence le sonrió e hizo que Alec se incomodara al sentir su pesada mano sobre su espalda.

―Claro que lo harás, he escuchado tanto de ti, no podía tener más suerte. Robert ―dijo dirigiéndose a su compañero―. Eres un genio, gracias y lo dejo entonces en sus manos.

El hombre extraño seguía sonriendo y seguía con su mano en la espalda de Alec que se sentía como una estatua incomoda.

―Esa pintura ―dijo mirando arriba a la pintura de Alec en la batalla del Burren―. No te hace justicia, jovencito. Espero que no nos odies por eso.

Alec tartamudeo sin saber que decir mientras que el personaje salía de la oficina.

―Eso fue… peculiar. ―dijo Alec tragando con fuerza.

Robert sonrió a ese comentario y lo invito a sentarse con un gesto de su mano.

―Terrence es peculiar, siempre lo ha sido, es solo que hasta ahora se le ha reconocido sus capacidades.

― ¿Capacidades que no cubren tratar con subterráneos?

Robert no se inmuto con el comentario.

―Te lo dijo; nos conocimos jóvenes, tú eras un bebe no mayor a Max.

Alec movió la cabeza.

― ¿Cuándo estuvieron en el Circulo? ―para Alec eso explicaba por qué la intervención de su parte para tratar con subterráneos en su país.

Robert trago con fuerza y sus ojos miraban al escritorio.

―No, Alec, Terrence nunca estuvo en el Círculo, a pesar de ser un guerrero extraordinario, tenía sus propias convicciones, ni Valentine ni su encanto o promesas falsas pudieron convencerlo. ―Robert confronto a Alec―. Siempre considero a los subterráneos como iguales, intento impulsar la cooperación con ellos ante la lucha en contra de los demonios, pero nadie nunca lo escucho o lo tomaron en serio.

Alec sonrió con pesar.

―Era de los buenos, por eso Valentine no lo quiso en sus filas.

Los ojos de Robert eran tristes.

―No todos nacemos con lo necesario para ser guerreros dignos. ―lo dijo mientras miraba con anhelo la pintura de su hijo sobre la chimenea.

En estas ocasiones era cuando más extrañaba a Magnus, Magnus que siempre tenía las palabras correctas para hacerte sentir mejor, peor o solo confortante dependiendo de lo que merecías.

Pero nada cruzaba por su cabeza, nada que pudiera decirle a su padre y que fuera correcto y alentador. El silencio se posó en el ambiente por eternos segundos.

―Te mandaron saludos ―dijo sin mucho sentido con voz acelerada―. Rafe, Max y Magnus.

El rostro de Robert se ilumino, podría ser una tontería, pero al parecer funciono.

Robert sonrió.

― ¿Magnus también?

Alec entendió el chiste y rio con su padre.

―Claro, algo así.

Y la pesadumbre se había alejado.

―Háblame de lo que pasa en la ciudad de Terrence. ―pidió Alec.

Robert suspiro.

―Está teniendo problemas con subterráneos ellos…

― ¿Vampiros?

Su padre parpadeo.

―Así es ¿Cómo lo has sabido?

―Siempre son vampiros.

La mirada de Robert le hizo entender a Alec que necesitaba explicarse.

Alec se encogió de hombros.

―Las hadas encuentra entretenido romper corazones humanos, los lobos siguen a sus alphas lo que deja una probabilidad de cuarenta sobre uno, los brujos son en definitiva los más inteligentes, si hacen algo malo no hay posibilidades de que te enteres de ello. Mientras que los vampiros no tienden a ser productivos más que para intereses propios, se aburren con facilidad además de que solo salen de noche así que… el resto se cuenta solo.

Robert quedo satisfecho con su hijo y con su elección de llamarlo para pedir su ayuda.

―Lo harás excelente ―le dijo, pero Alec sintió que no se refería a la misión.

―Me esforzare ―respondió tomando su actitud de guerrero.

A Robert no le quedo duda de eso.

―Intente crearte una guardia, pero al parecer ahora debo hacer cita para que ellos estén disponibles.

― ¿Te refieres a Lily?

Robert respiro con fuerza.

―Acertaste de nuevo.


* * *


El portal que su padre hizo hacer para Alec se abrió en Cádiz, el instituto de Sevilla era el más cercano, pero Alec necesito ir directamente a la fuente para iniciar sus diálogos con los vampiros en esa ciudad. Era extraño que los vampiros atacaran en lugares como este, las playas debieran ser los numero uno en la lista de lugares no recomendables si el sol era el número uno en la lista de cosas que podían matarte. Caminar por la arena era incomodo con sus pesadas botas, pero no era algo de lo que debía preocuparse ahora, podía ver como el sol se iba metiendo en el horizonte convirtiendo el agua en un reflejo naranja, las luces de los comerciantes iban prendiéndose una a una como estrellas desesperadas en aparecer. Alec no podía ser visto por la runa glamour que se había colocado, pero él no perdía de vista a los habitantes que contentos caminaban por la ensenada y malecones.

Los recuerdos vinieron a él de nuevo, en este día particular parecía que la nostalgia estaba haciendo un gran trabajo en su mente, anhelaba estar en casa y anhelaba estar con su familia.

Alec recordó sin embargo una noche mayormente especial para él…

Movía sus pies y dedos desnudos haciendo que la arena se deslizara por ellos haciéndole tener ese cosquilleo en la piel que no podía ser igualado con nada, le observaba con una atención graciosa para Magnus, como si estuviera decidido a encontrar los más grandes misterios de la arena en esa noche estrellada.

― ¿Te diviertes? ―pregunto Magnus abriendo otra botella de champagne.

Alec se encogió de hombros y su atención en la arena se perdió en el dorso desnudo y liso de su novio. Ambos estaban sentados sobre una manta.

―Lo siento ―dijo tímidamente.

Magnus le sonrió y ofreció una copa llena con el líquido delicioso.

―No te disculpes, no hay muchas playas así en Nueva York.

Alec tomo de su copa y suspiro.

― Aun así, no suelo ir a playas, las sirenas no son muy…

Magnus choco su copa con la de Alec.

―Salud por eso ―dijo sinceramente―. Te prometo que no debes preocuparte por las sirenas aquí, me asegure de que nada nos moleste, la isla es toda nuestra.

Alec termino el contenido de su copa.

―Es bueno escuchar eso.

―Magnus Bane ―anuncio el mismo Magnus―. El mejor agente de viajes que podrías soñar.

―Ni en mis sueños creí que alguien como tu podría estar conmigo ―Alec se detuvo con una expresión de terror, siempre pasaba, siempre al estar con Magnus las palabras salían de él sin filtro y sin poder detenerlas, eran ciertas, aun así, no podía dejar de pensar en lo patético que se escuchaban―. No sé porque dije eso. Lo siento.

― ¿Alguna vez dejaras de disculparte por todo? ―pregunto Magnus no enojado, pero si sinceramente curioso.

Alec trago con fuerza.

―Lo… ―se detuvo y se maldijo internamente.

Magnus le sonrió.

―Cumpliste tu parte ―le dijo Magnus sin mucho sentido―. Te paraste frente a tus padres y me presentaste a ellos como tu novio. Eso es lo que somos, además de que te he confesado mi amor. Alec, no dudes más, por favor no lo hagas.

El rostro de Alec se había vuelto color carmesí, asintió con su cabeza, mas no le fue posible mirar a Magnus.

―No dudo de ti, te creo, pero todo esto es demasiado nuevo para mí, la mayor parte del tiempo no sé qué hacer y, temo arruinarlo.

Magnus no se movió, intento darle toda la verdad en el tono de su voz.

―Nunca lo harías, eres demasiado amable para eso. ―Magnus miro hacia el mar, las olas retumbaban en las grandes piedras creando ese sonido particular del agua y la espuma―. No te pido nada más que lo que quieras darme, no soy un adolescente y entiendo que es demasiado pronto para que sientas algo por mí, aun así, quiero que sepas que mis sentimientos son reales y que…

Alec giro hacia él finalmente, se acercó tanto que las copas vacías cayeron de lado sobre la manta.

― ¡Te amo! también lo hago, también te amo Magnus.

Magnus parpadeo.

―Sigue sorprendiéndome saber que eres el más valiente y decidido que he conocido.

Alec parecía ahora más tranquilo, como si sus recientes palabras le hubieran liberado de una carga que había llevado innecesariamente.

―Haz conocido a tantas personas. ―le respondió no para objetar, lo hizo como la verdad que era.

Magnus siguió sin moverse.

―Sin duda, setecientos años son un mundo de personas.

Alec sonrió a la frecuente mentira de Magnus, pensando en la mañana anterior en donde había dicho a un camarero lobo impresionable que tenía mil años.

―Aun así ―continuo el brujo―. Nunca había conocido a alguien como tú, y nunca a nadie que me hiciera sentir lo que tu logras en mí, es una locura, en verdad estoy por completo perdiendo la cabeza por ti.

Alec le miro sin parpadear.

― ¿Y ahora quien habla de más?

Ambos rieron.

―El champagne es más fuerte de lo que creí.

Magnus no podía dejar de mirar los ojos azules de Alec y su sonrisa.

― No dejas de sonreír ―apunto Alec en un intento por conocer la razón.

Magnus extendió sus manos al cielo.

― ¡Estoy feliz! feliz de estar aquí contigo y feliz de tener tu primera confesión de amor, tu primera en toda la vida y fue para mí.

― ¿Eso significa algo?

―Lo significa todo.

―El champagne…

― ¡El bendito champagne!

El ruido de la risa de Magnus y la propia se fueron alejando de a poco haciéndolo regresar a esa tarde en la playa, esa había sido su primera confesión, había sido torpe y abrupta, pero sincera como sus sentimientos lo eran entonces y ahora, el hermoso recuerdo que Magnus y él compartirían por toda su vida y más.

Aparto el hermoso recuerdo ya que no era momento de pensar en lo que paso después, tirados en esa playa y entendiendo que la arena no se comparaba con la sensación de tener las manos de Magnus sobre su piel.

Estaba en una misión y ya se había desconcentrado demasiado.

No paso mucho tiempo antes de que una situación saltara a su vista, del otro lado de los muelles con restaurantes, en donde los edificios habían cubierto en su totalidad la luz del sol, un hombre con una larga gabardina estaba caminando a lado de una joven con cabello azul y brillos en su rostro. A Alec no le tomo mucho tiempo ver las orejas en punta de ella, entonces comprendió que lo que brillaba en su rostro no era joyería si no una característica biológica de la chica. Camino hacia ellos intentando mezclarse entre los mundanos teniendo la idea en su cabeza de que no podían ser engañados por su glamour.

Había un establecimiento que anunciaba delicias costeras en grandes pizarrones con dibujos hechos con tiza, ellos miraron a un camarero y mientras el hombre misterioso se alejaba, la joven con brillo en su rostro se acercó al chico y dijo algo en su oído.

El chico entro en trance en dos segundos, él dejo su charola en uno de los mesones e inicio su camino hacia la calle empedrada que era el malecón, el chico seguía al hada sin mirar otra cosa que no fuera su figura.

Alec acelero su paso; si ese chico llegaba a donde ambos lo querían, quizás no lograría sobrevivir. Fue ágil, tanto como pudo y evitando a la gente que cada vez era más con forme el azul del crepúsculo se hacía más y más de un color negro intenso.

Alec, la hada, el hombre misterioso y su aparente víctima se encontraban ahora en un sendero inclinado completamente solos, caminando hacia la cima de una colina y sin percatarse aun del Cazador de Sombras que les seguía. El hombre sin detenerse se perdió en la línea de árboles y palmeras que delimitaban el sendero, la hada le siguió no sin antes volver hacia el chico mesero, regalarle una sonrisa encantadora e indicarle con su mano que siguiera. Alec escucho la voz de la chica dulce como una perfecta melodía, podía entender por completo al pobre chico encantado.

Los tres entraron a la abundante vegetación de la selva húmeda. Alec ahora estaba seguro de que no podrían verle y corrió hacia ellos con el latente temor por la vida del chico. No podía perder el tiempo y tampoco podía seguir siendo sutil, tomo su luz mágica y la hizo encender provocando la brillante luz que convertía el negro intenso en blanca claridad. Corrió con una de sus dagas desenfundadas, salto troncos caídos con habilidad y en un instante se encontró en un imposible llano abierto, tan innatural como la imagen que se presentaba ante sus ojos; la chica hada jugaba distraídamente como solo una niña podría hacerlo con una hoja sentada en un gran tronco, sin importarle lo que sucedía a unos metros de ella, sin importarle que el hombre de gabardina tuviera al chico sujeto con sus brazos atravesando su espalda, aferrándolo a él mientras bebía de su sangre a través de su cuello, las manos del chico caían hacia atrás como un títere.

Alec no grito ni advirtió, se movió como un rayo hacia ellos, lanzando una estocada hacia el vampiro, sabía que lo esquivaría, pero su propósito fue siempre alejar al vampiro del chico que por suerte seguía vivo. Alec lo dejo en el suelo lentamente para poder encargarse de sus atacantes. El vampiro mostro sus colmillos a Alec.

―Cazador de Sombras ―anuncio en una maldición―. ¿Qué crees que haces?

Alec estaba a punto de exclamar los acuerdos y su derecho a llevarles presos por su acto en contra de un mundano, pero la dulce voz le entretuvo.

― ¿Cazador de Sombras? ―pregunto el hada poniéndose de pie y mirando a Alec como si este fuera una inocente creatura que necesitara atención―. ¿Terrence? ¿Terrence ha venido finalmente por mí?

Alec recordó haber preguntado a su padre la razón por la que Terrence Vélez no se hacía cargo él mismo de este problema, si realmente había sido bueno con los subterráneos. Su padre se había limitado a decir que, para Terrence exclusivamente era un tema muy complicado. La forma en la que la hada pregunto por él, le había dado una idea a Alec sobre eso tan complicado que podría ser para él.

―Vengo en representación del instituto de Sevilla, ustedes dos deben venir conmigo y responder por sus crímenes ante la Clave.

―No eres ―dijo el hada con tristeza, como una niña perdiendo su juguete favorito―. No eres mi Terrence.

Alec no pudo apartar sus ojos de la mirada de la chica, triste y desolada, reflejando en ella el profundo dolor de su corazón.

―Está perdida en su mente ―le dijo el vampiro que limpio con su dorso los restos de sangre que aún había en su boca―. ¿No crees que es inocente? ¿La llevaras aun así?

―Eso lo sentenciara el instituto. ―advirtió Alec―. Podría ser inocente, pero tú no, has usado su don para tu propio beneficio.

― ¿Su don? ―pregunto el vampiro―. ¿Qué sabes tú de eso?

―Lo vi y sé lo suficiente sobre las hadas para saber que algunos de ellos poseen la habilidad de encantar a los humanos y obligarlos a hacer lo que ellos quieran, lo que no sé, es como la has convencido de que te ayude.

―Leonel es bueno ―dijo el hada sin mirarles, como hablando con el viento―. Me trae sueños, deseos para poder verlos, Leonel es bueno.

El vampiro Leonel sonrió.

― ¿Lo has escuchado? Ella dijo que soy bueno. Las hadas no pueden mentir.

Alec levanto aún más su daga.

―Eso es, porque ella realmente cree que lo eres, lo que te convierte en alguien despreciable.

Alec salto al igual que lo hizo Leonel, sus cuerpos chocaron en el aire y Alec se las ingenió para que, a la eminente caída, pudiera quedar arriba del vampiro, lo logro; una de sus botas estaba pisando uno de los brazos de Leonel con sus mortales uñas expuestas, su mano sujetando por la muñeca su otro brazo y la espada frente a su rostro tocando su garganta, parecía una pantera poderosa acorralando a su presa.

―Ríndete, es lo mejor ahora. ―dijo Alec con el vampiro por completo dominado.

Pero el vampiro se sonrió.

―Ella te quiere ―le murmuro.

Y entonces Alec pudo ver, sentir y oler polvo. El polvo entro por su boca y nariz, lo había probado y lo había respirado. Se levantó dejando libre al vampiro al darse cuenta de que el hada había usado su poder en su contra. Su mirada se estaba nublando y no espero a empeorar, busco su estela en su cinturón, pero el hada se había acercado y se la arrebato, Alec no tenía ahora la coordinación para quitársela de nuevo.

―Es bella ―dijo la chica perturbada―. Es muy bella.

― ¿Qué me has hecho? ―pregunto Alec intentando mantenerse en pie.

Leonel se había sentado en el mismo tronco en donde el hada estaba mirando el espectáculo, ahora era su turno de mirar.

― Avianik es única ―dijo el vampiro mirando a Alec con atención―. Le llaman la ladrona de sueños.

―Ladrona ―dijo Alec cayendo al suelo sobre sus rodillas―. Ladrona de sueños.

Avianik se colocó frente a él. Le observaba con la atención que le da un científico a una de sus pruebas de campo.

―Sueños, Cazador de Sombras, muéstrame tus sueños, si me gustan, estarán conmigo para siempre. Igual que tú.

Alec cayo con su mejilla de cara al suelo. Cerro los ojos y fue todo lo que supo de sí mismo antes de que perdiera el conocimiento.


* * *


Y estaba de nuevo en el Gard, en una de las zonas más altas, miraba de frente hacia la ciudad, pero había algo muy diferente, las torres demonio estaban apagadas, sin su resplandor que eran sinónimo de protección, Alec se llenó de angustia por esto.

―Desactivadas ―dijo a nadie―. Las torres han sido desactivadas, ¡La ciudad está desprotegida!

El chico bajo con su habilidad de cazador a través de las colinas que escondían al Gard. Corrió por el sendero que daba hacia la ciudad, no estaba seguro, pero algo dentro de él le indicaba que debía ir a la Plaza del ángel, una vez ahí, corrió hacia el interior del Salón de los Acuerdos, abro las dos grandes puertas y un centenar de ojos se posaron sobre él.

― ¡Las torres! ―dijo para advertir―. Las torres están desactivadas, debemos… los demonios no tardaran en atacar la ciudad.

Hubo silencio y después una ola de risas que rosaban en las carcajadas.

―Que gracioso es, señor Lightwood ―dijo un Cazador de Sombras que no había mirado nunca―. Ahora si nos permite, seguiremos con nuestro festejo.

Ciertamente lo era, todos en el Salón de los Acuerdos vestían de gala y había copas con liquido multicolores viajando de un lugar al otro, y nadie ahí tenía armas.

― Maldición ―exclamo Alec y sintió como una mano le tocaba el hombro.

― ¿Qué pasa contigo?

Era Jace, con una vestimenta de traje delicadamente arreglada. Alec le abalanzo a sus brazos.

―Gracias al cielo, Jace, debemos ir por las armas, las torres, las torres están desactivadas.

―Claro que lo están ―dijo Jace mirando a Alec como si estuviera loco y no al revés―. Están desactivadas como lo han estado el último año, cuando ganamos la batalla contra los demonios.

― ¿Qué? ¿De qué hablas?

Jace palmeo la espalda de su parabatai.

― ¿Por qué no estas vestido? Se supone que darás el discurso por los acuerdos.

Alec volteo a su alrededor.

―No sé de qué estás hablando.

―De los Acuerdos, Alec de la nueva Ley que se han creado para los subterráneos, y para nosotros también.

―Sigo sin…

Entonces las copas fueron alzadas, el bullicio llego desde la mesa principal en donde se anunciaba la alianza eterna con los miembros del submundo, cayeron mantas enormes exponiendo en la pared héroes de guerra, había un vampiro, un cazador de sombras, un hada y un brujo en lo más alto de la pared, todas ellas sin ninguna distinción, se miraban como iguales, héroes de guerra vistos como iguales. Entonces lo miro con más atención, había tantos subterráneos ahí como había Cazadores de Sombras.

― ¿Qué ha pasado?

Jace sonrió de nuevo.

― ¿Te has golpeado la cabeza o que pasa? Son los Acuerdos, los que siempre has querido, ahora los subterráneos tienen el derecho de venir e incluso vivir aquí en Alicante. Los institutos son ahora refugios para ellos también, subterráneos y Cazadores de Sombras son iguales ante la Clave.

Alec no respondió, no podía asimilar lo que escuchaba.

Jace se miraba divertido por la actitud de su hermano.

―Pero eso no importa ahora, debemos ir para que te vistas, es una noche importante.

―Claro ―dijo Alec aturdido―. Los acuerdos…

Jace le golpeo de nuevo despertándole un poco.

―Y tu boda, no lo olvides.

Alec le miro parpadeando.

― ¿Que has dicho?

Jace no se notó en lo absoluto sorprendido por la pregunta.

―Esta noche, como celebración por los acuerdos reestablecidos, serán los primeros en casarse con las nuevas leyes… tu, tu no lo olvidaste ¿cierto? ¿Sabes lo que podría hacer Magnus si se entera de que olvidaste su boda?

Pero Alec no podía pronunciar palabras, todo era tan real, el viento en su piel, la colonia de Jace siempre conocida, el calor del sol, esto era real, lo era.

―No ―dijo Alec recurriendo a recuerdos que no sabía que tenía―. Claro que no: en el Salón de los Acuerdos, esta noche, en cuanto el sol se oculte porque Lily y su clan vendrá y ella tocara para nosotros.

Jace abrazo a su hermano.

―También tocare para ti, mi parabatai, nunca me cansare de decirlo; felicidades, lo has logrado.

Pero Alec no se sentía así, se sentía confundido y con un conocimiento que no le pertenecía. Aun así, respondió a los brazos de su hermano.

―No te vayas ―le pidió Alec con temor.

―No hay nada de qué preocuparte, estaré contigo en todo momento.

Jace finalmente le dejo ir.

―Eso hasta que tú y Magnus partan a su luna de miel.

Alec asintió con la duda palpitando en todo su cuerpo.

―Ahí están ―dijo una voz cerca de ellos.

Isabelle se acercó a ambos con los dos pequeños hijos de Alec; Max en sus brazos y Rafe tomando su mano para caminar a su lado.

―Mira esto, Alce, están listos.

Pero el temor de Alec despertó al ver a sus dos pequeños.

― ¡Isabelle! ―exclamo y se abalanzo hacia Rafael para cargarlo―. ¿Qué haces? Debemos mantener a Rafe fuera del alcance de la Clave hasta que… hasta que…

Recordó las palabras dichas por su parabatai, ahora los subterráneos y los cazadores de sombras eran iguales ante la Clave. Entonces ahora Magnus podía adoptar a Rafe y nadie podía negarles eso.

― ¿Estas bien, Alec? ―pregunto su hermana―. ¿Por qué quieres tener a Rafe lejos?

Alec no soltó a su hijo, aun sabiendo que no había peligro alguno, no quiso soltarlo.

―Yo… no, no estoy seguro.

Jace e Isabelle compartieron una mirada preocupada. Aun así, el humor de Jace no cambio.

―Debes de estar nervioso por la gran noche, pero tranquilo, ya nada puede detener esto.

Alec se acercó a Isabelle y toco el cabello revuelto de Max.

―Claro ―dijo sin convicción.


* * *


La residencia Lightwood estaba invadida de su familia y amigos más cercanos, había gente entrando y saliendo de las habitaciones, así como subiendo y bajando las escaleras, las vestimentas de gala estaban comenzando a resaltar.

Y ahí estaba; frente al espejo acomodando su corbata, el dorado reluciendo en todas sus ropas. Esta era la noche, hoy se casaría con Magnus Bane.

Se escuchó un llamado a la puerta y Clary apareció con su cabello rojo y un vestido verde y dorado.

―Te ves perfecto, Alec. ―le dijo sonriendo―. Me llevare a los niños para que tomen una siesta antes de la ceremonia, de ese modo no estarán inquietos.

Alec giro su mirada hacia sus dos pequeños que habían estado mirándole en silencio durante largo tiempo. Ellos no se comportaban como siempre.

―Claro ―dijo Alec―. Gracias.

Los niños se fueron con la chica y Alec se sentó en la orilla de la cama, necesitaba pensar, pensar extensamente. ¿la noche había sido tan esperada que él había bloqueado todo cuanto paso antes de este día? Él no lograba recordar lo que estaba haciendo antes de llegar al salón de los acuerdos esa tarde, sin importar lo mucho que se esforzaba, no conseguía recordarlo. Estaba con su cabeza entre sus manos cuando escucho un ligero susurro de la puerta siendo abierta.

Alec había pensado en tantas cosas durante este incierto tiempo, pero nunca se imaginó tener esta maravillosa visión. Magnus Bane se acercó a él con paso firme, su traje dorado y negro le hacía ver mucho más bello de lo que nunca lo había mirado. Claro que estaba vestido de dorado, claro que era su noche especial y claro que se iba a casar con Magnus Bane.

―Magnus, te ves, te ves en verdad…

Magnus no lo dejo terminar llego a él con grandes zancadas y lo tomo por los hombros bajando un poco su cabeza para mirar fijamente a sus ojos.

―No es verdad, nada de esto es verdad, debes despertar, debes hacerlo ahora.

Alec podía sentir la presión del agarre de Magnus, tan fuerte que intento incluso zafarse sin éxito.

― ¿De que estas hablando?

―Estas atrapado, ella te tiene encerrado en tu propio sueño, debes despertar, Alec, sé que puedes, sé que puedes liberarte a ti mismo.

Alec negó con la cabeza.

―No sé de qué estás hablando, ¿Quién? ¿Quién me tiene encerrado? No estoy encerrado, Magnus.

―No puedo decirte su nombre, debes recordarlo y así podrás despertar.

― ¿Recordar el nombre de quién?

Magnus lo abrazo con fuerza.

―Despierta, debes despertar.

― ¿Por qué sigues diciendo eso? Magnus, es nuestra boda, esta es nuestra boda.

Magnus le sonrió como si nada de lo antes dicho hubiera pasado. Se inclinó un poco para besar la frente del cazador, Alec se sintió un poco aliviado al sentir la suavidad de los labios conocidos. Pero el brujo se acercó a su oído.

―Vuelve con nosotros, Alec, por favor, vuelve a casa.

Magnus se separó sonriendo y salió de la habitación.

Vuelve a casa. Esas palabras hicieron eco en su mente y espontáneamente llegaron a él imágenes en parpadeos veloces, recordó a Magnus besándolo en medio del salón en su apartamento en Brooklyn, el brujo pidiéndole que volviera seguro a casa. Ese recuerdo se sentía demasiado real, se sentía correcto como ahora nada a su alrededor se sentía.

Alec salió de la habitación de prisa con la intención de alcanzar a Magnus para seguir con esa extraña conversación. Pero tan pronto como salió una ola de personas le rodearon.

― ¡Es hora! ―dijo Isabelle y lo tomo del brazo.

Su hermana lo mantenía sujeto por su muñeca, su agarre era tan fuerte que sintió dolor, aun así, no intento alejarse, el dolor se hizo más fuerte con forme ellos se acercaban a la multitud. Entonces Alec tropezó y tuvo que apoyarse en Isabelle.

Isabelle giro hacia él con una gran sonrisa.

―Ya casi ―le dijo, pero Alec no pudo comprender del todo lo que ocurría, mucho menos lo que su hermana le decía.

La habitación comenzó a dar vueltas, su vista estaba nublada y el dolor en su muñeca era cada vez más fuerte.

―Izzy ―le llamo Alec―. Espera, por favor.

Isabelle no se detuvo, en un instante y sin saber cómo, Alec estaba en un pasillo, un hermano silencioso le esperaba al final de él, Magnus apareció a sus espaldas con Catarina sujeta de su brazo. Ellos también preparándose para recorrer ese pasillo hacia el hermano silencioso.

―Magnus ―dijo Alec, pero el brujo miro a otro lugar. Alec sentía que caería en cualquier momento―. Háblame, dime que pasa.

Magnus solo le sonrió, todos estaban tan contentos, pero Alec se sentía morir, aun cuando Isabelle ya no le tomaba de la muñeca, podía sentir la presión palpitante naciendo desde ahí y llegando a su pecho, hubo un recuerdo vago de una conocida sensación. La misma sensación dolorosa que tuvo hace tiempo cuando alimento a Simon en la dimensión demoniaca para que este sobreviviera. Pero no había ningún placer en este dolor puro que experimentaba.

Alec se inclinó buscando el apoyo en una de las bancas colocadas para los asistentes a su boda.

Isabelle no perdió su sonrisa cuando se inclinó a hablarle.

― ¿Puedes llegar al altar? Quizás cumplas tu sueño antes de que… sea tarde.

Alec la miro con sospecha.

― ¿Qué significa eso?

Isabelle no respondió, pero Alec pudo ver los lunares dorados en el rostro de la chica. Eran extraños y no recordaba que ella los hubiera tenido antes.

Alec se enderezo.

―Puedo seguir, vamos.

Iniciaron su camino por el pasillo, la runa de matrimonio estaba plasmada en los banderines dorados que adornaban el lugar, Alec estaba caminando lentamente, cada paso le costaba más que el anterior. Cuando levanto la vista observo a Max, el bebé estaba sentado a un costado en una banca resaltando porque todos los demás estaban de pie. Alec quiso tomarlo, pero no tenía la fuerza. Coloco su mano sobre su pecho recordando la forma en la que el pequeño se anida perfectamente ahí.

Fue como un parpadeo, en un escenario por completo diferente a este, tenía a Max en sus brazos mientras este lloraba y Alec le prometía que volvería pronto, ese era un recuerdo más que se sentía correcto.

― Max ―murmuro Alec.

Un par de pasos más se detuvo ya que la habitación de nuevo giro, estaba tan débil, se sentía tan débil. Cerro los ojos con fuerza como un intento de que su vista se aclarara. Entonces miro a Rafael, su pequeño vestido de dorado les esperaba al final del pasillo. Y de nuevo una visión diferente apareció en su mente. Este mismo niño acercándose tímida, pero sonrientemente para entregarle su arco y flechas.

Eso era, él había estado esa misma mañana con sus pequeños, unos niños que no podían ser estos. No podían ¿cierto?

Llegaron frente al hermano silencioso, Catalina beso la mejilla de ambos chicos para alejarse hacia las bancas dejando a Magnus a su lado. Este Magnus que no le hablaba y que lucía feliz de una manera indiferente, pero Alec aun podía recordar e incluso sentir el beso que Magnus le había obsequiado esa mañana.

Otro recuerdo de Magnus llego a él; No este Magnus, no en esta situación, lo que miro era real, era tan real que logro recordar la calidez de las manos de Magnus sobre sus mejillas y la frente de su amado pegada a la suya mientras le murmuraba.

Se cuidadoso por favor, y vuelve seguro a casa.

Era como saber que estabas en un sueño, pero aun así y aun después de todos los esfuerzos por hacerlo, no lograr despertar. En este día tan especial toda su atención debía de estar en Magnus, pero no sentía a Magnus a su lado. Giro hacia la multitud y logro ver a su padre, su mirada no era la que recordaba, no la misma que observo aquella pintura sobre la chimenea de su oficina, no con el orgullo o la felicidad con la que le había recibido, esta mirada no tenía calidez. Esta mirada no era la de su padre.

No le quedo duda, pero ahora, necesitaba encontrar la manera de lograr volver. Isabelle se acercó para abrazarle, Alec se quedó inmóvil al ver los ojos verdes en el rostro de su hermana, error.

Fue hasta que Isabelle inclino su cabeza haciendo que su cabello se pegara a su rostro que las miro; las orejas en punta.

Ahora fue Alec quien tomo la mano de su hermana impostora.

― ¿Qué haces? ¿Qué crees que haces?

El rostro de la chica comenzó a cambiar sutilmente, pero, aun así, Alec se dio cuenta de que ese rostro ya lo conocía.

―Déjame ir, ¡ahora!

El hada sonrió.

―Solo un tonto podría querer irse de su sueño. ¿Por qué querrías hacer eso?

Alec le soltó la mano, todos a su alrededor estaban mirándoles, pero todos eran parte de una escenografía y nadie hablo.

― ¿Por qué quisiera quedarme en una fantasía si puedo ir a mi realidad? Con mi familia.

El hada le miro con ojos encendidos y con una lucidez que antes no tenía, no en aquella realidad que Alec conocía.

―Tu familia no es lo que quieres, esto lo demuestra, mira todo cuanto deseas y no puedes tener, eres ingenuo si piensas que alguna vez podrás casarte con tu brujo, o que no te quitaran a ese pequeño soldado, ni siquiera deberías creer que el bebé azul podría vivir con ustedes por mucho tiempo, es un brujo, ellos son fugaces en las vidas de los mortales.

El hada bailo con gracia girando en si con las manos extendidas.

―Mira esto, te estoy dando tus deseos, aquí y ahora.

―Son mentiras.

―Es mejor tener esto a regresar y nunca siquiera mirarlo en el horizonte. Estas contra reloj, Alec Lightwood.

Alec se relajó, su frustración y coraje se alejaron, observo al hada, por primera vez con compasión.

―Es ahí en donde te equivocas ―le dijo tranquilamente, su condescendencia estaba poniendo de mal humor a Avianik―. Para mí, los sueños no son solo eso, para mí son metas y aun cuando no tenga el tiempo, moriré en el camino para lograrlos. Así que sí. Quiero volver a casa porque quiero seguir luchando por mis sueños, quiero abrazar a mis hijos todo el tiempo que se me permita hacerlo y quiero que Magnus se sienta protegido siempre hasta que la vida se vaya de mi cuerpo. Y ni tú, ni nadie evitara que regrese a casa.

En esos segundos ambos estaban rodeados solo por oscuridad, el sueño y la mentira se había desvanecido como lo que era; aire y brisa.

Alec se acercó al hada tomo su brazo y le miro a los ojos.

―Así que déjame ir… Avianik.

El hada grito al notar como Alec había descubierto la forma de despertar, su rostro se había convertido en uno de dolor, pero Alec no la soltó. Entonces fue Alec quien pudo ver a Avianik:

En el reino hada, ella bailando alrededor de un Cazador de Sombras, Alec lo conocía, pero en la imagen lucia mucho más joven, era Terrence. Sentado en el pasto mirando al hada con esos ojos que Alec conocía bien, Terrence estaba perdidamente enamorado de ella.

El escenario cambio y miro a Terrence haciendo amistades con otros subterráneos, manteniendo a salvo a su ciudad y a los humanos, Avianik mirando con recelo la admiración que crecía hacia él.

Avianik encerrando a un joven en sus sueños y quedándose con ellos.

Avianik engañando a una mujer que había perdido a su bebé y mostrándole lo que ella deseaba.

Terrence llamando a su piedad desesperadamente.

Avianik ignorándole y mostrándole a un hombre a su familia perdida en una guerra antigua.

Y las imágenes se detuvieron, Alec estaba en un lugar desconocido, se movió de inmediato hacia atrás de un árbol para esconderse de Terrence que apareció con sangre en su rostro y su espada desenfundada, Alec se acercó para ofrecerle su ayuda, pero Terrence no le miro, el cazador de sombras paso de él como si el chico realmente no estuviera ahí, así que Alec se convirtió en un espectador solamente.

― ¡Avianik! ¡Avianik! ―llamaba Terrence con agitación―. Aparece, debemos hablar, debes decirme, debes… debes decirme.

Alec observo impotente como el agotamiento le había obligado a caer sobre sus rodillas, fue entonces que la hada apareció, ella tampoco le miraba parado a solo unos metros de ambos.

―Mi amado ―dijo la mujer y se arrodillo frente a él―. Mi felicidad es inmensa, has venido por mí.

Terrence se miró las manos, las que estaban manchadas de sangre.

―Los he matado, a todos ellos, yo… yo no podía dejar que te lastimaran, eres inocente, ―el hombre toco la mejilla con joyas de la hada―. Tenía que hacerlo.

―Me siento protegida a tu lado, eres el más valiente y ahora sé que tus sentimientos hacia mí son sinceros.

Terrence le miro.

― ¿Antes tenías dudas? ¿Cómo podría ser eso posible?

Avianik sonrió, sus pequeños dientes eran puntiagudos y blancos como perlas.

―Eres un Nefilim, los Nefilim solo aman a los suyos, pero no debes preocuparte más, has pasado la prueba, tú en verdad…

― ¿Qué prueba?

El hada tomo el rostro del joven Cazador entre sus delicadas manos.

―Te mostré tu deseo, en él escuchaste lo que querías, en tu sueño; tus compañeros confesaron el crimen que en realidad nunca cometieron, tu sueño era que yo fuera inocente, por eso sé que me amas, que me amas realmente.

Los ojos de Terrence casi salen de sus orbitas.

― ¿Qué?

Alec dio un paso hacia ambos, aun consiente de que no podía hacer nada, sintió como suya la pena del hombre.

― Oh, Terrence ―murmuro con profundo pesar.

Terrence comenzó a ponerse en pie cuando todo a su alrededor comenzó a convertirse de nuevo en neblina como señal de que el recuerdo había terminado, las imágenes siguieron girando alrededor de él: Terrence abandonando a Avianik prometiéndole que no haría nada para cazarla como se merecía. Terrence confesando su crimen ante el consejo Nefilim, su encierro y después su absolución.

El consejo ha decidido, Señor Vélez, otorgarle la amnistía por su crimen debido a que consideramos que fue víctima de un engaño por parte de un miembro de la corte Seelie.

Alec se encontró en medio del gran salón del consejo, Terrence frente a la espada alma y el consejo frente a él. De nuevo era solo un espectador.

―Una prueba más de que los acuerdos deben ser reconsiderados, los subterráneos no son criaturas de fiar.

Alec observo como Terrence bajaba la cabeza ante las declaraciones, podía entender su situación; aun con el engaño del que había sido víctima, no podía dejar de lado sus creencias, creía en el alma de los subterráneos, aun así, justo ahora, no podía desear un mejor veredicto.

El escenario cambio antes de que Alec pudiera acercarse al Nefilim para intentar darle apoyo.

Ahora se encontró en una cabaña que no le era del todo desconocida, Terrence se había reunido con el brujo Ragnor Fell.

―No puedo ―le dijo Terrence―. No puedo seguir con mi vida teniendo estos recuerdos, no puedo soportar su traición, yo la amaba, la amaba.

―Estas equivocado ―le dijo Ragnor―. Tú la amas aun, la amas intensamente como solo un Nefilim podría amar. Ese es el verdadero problema. Pero dime, Terrence; si yo te ayudara a borrar esos recuerdos, pero un día te encuentras con ella y con sus fechorías, tu seguramente la matarías y entonces algo en tu cabeza y en tu corazón se rompería, hay cosas que incluso la magia no puede evitar, dime, Cazador de Sombras. ¿Estás dispuesto a correr ese riesgo?

―No ―respondió el hombre sin titubear―. Nunca quiero lastimarla, ¿puedes hacerlo? ¿Puedes plantar la idea en mi cabeza de que a ella no debo tocarla?

Los ojos de Ragnor eran dos líneas severas.

―Para mí mala suerte ―dijo Ragnor acercándose a Terrence―. Son muy pocas las cosas que no puedo hacer.

La imagen comenzaba a cambiar cuando el dolor de Alec se intensifico, escucho a Avianik gritando ferozmente.

― ¡¿Cómo te atreves?! ¡Fuera! ¡fuera!

El hada se colocó frente a él con su rostro deformado en furia.

―Te matare, te matare hijo del ángel.

Alec dio un paso hacia ella sin hacer caso de su amenaza.

―Estos recuerdos no te pertenecen.

― ¡CALLA!

Entonces todo a su alrededor se derrumbó, como si el grito de Avianik hubiera destruido un cristal.

Alec no podía abrir los ojos y mucho menos podía moverse. Podía sentir el pasto debajo de él y… el calor de su propia sangre recorriendo sus venas hasta su muñeca.

Leonel estaba bebiendo de él y Alec no tenía las fuerzas para detenerlo.

― ¡Detente! ―exigió Avianik apareciendo frente a ellos, Alec apenas tuvo la fuera para levantar la mirada hacia ella―. No lo mates. Lo quiero, yo lo matare.

―No puedes hacer eso ―le dijo Alec arrastrando las palabras, estaba a punto de morir, pero por lo menos había regresado a la realidad.

Leonel le había dejado la muñeca finalmente y con la vitalidad que solo la sangre de ángel podía brindar, pregunto ansioso;

― ¿Por qué? ¿Por qué no podríamos hacerlo?

Y Alec rio con toda la potencia que su voz tenia disponible, sin creer en lo que estaba a punto de decir, pero riendo sinceramente de ello.

―Porque… porque es mi cumpleaños. ―lo dijo en medio de una carcajada y bajo la mirada acusadora del vampiro y la hada.

Quizás Alec había perdido la razón, pero seguía riendo ante los inmóviles subterráneos incrédulos.

― ¿Qué? ¿Qué es lo que ha dicho? ―pregunto Leonel.

― ¿No lo escuchaste? Lo dijo claramente ―una voz detrás de ellos les despertó de su curioso estado, al girar pudieron ver al cazador de sombras mirándoles con ojos de miel encendidos, levanto su espada hacia los delincuentes―. Dijo que era su cumpleaños, y ustedes han sido demasiado groseros.

Alec volvió a reír, ahora de una felicidad sincera.

―Ese ―dijo débilmente―. Ese es mi parabatai.

Fue como si hubiera desatado un huracán; Jace se movió ágilmente ante los dos para dejarlos en el suelo con tan solo tres movimientos, ahora tenía el camino libre para llegar a Alec. Se inclinó hacia él y trazo dos iratzes, así como la runa de recuperación de sangre.

―Vamos, Alec ―le decía con angustia contenida― ¿Por qué iniciaste la fiesta sin mí?

Alec podía sentir la fuerza regresando a él, también la energía que la presencia de Jace le otorgaba.

―Te prometo ―le dijo aun con debilidad en su voz―. Que no volverá a ocurrir.

Leonel se incorporó de nuevo y tomo al descuidado Jace por su chaqueta para levantarlo y arrojarlo hacia el otro lado del llano.

―Estoy lleno de sangre de ángel, cazador. Podría hacer esto todo el día.

Jace se levantó, sus ojos concentrados en el vampiro.

―Cuanto lo lamento ―dijo con amabilidad fingida―. Tendremos que dejarlo para otro día ya que como mi hermano dijo, es su cumpleaños y hay una fiesta a la que debemos llegar.

Jace hizo girar su espada con una de sus manos mientras se colocaba en posición de ataque, miro a Alec solo unos segundos antes de que se abalanzara contra el vampiro, este le esquivo una y dos veces, pero Jace no desistió, el cazador lanzo un poderoso golpe hacia el rostro de Leonel y este dio retumbos torpes hacia atrás, Jace giro sobre sí mismo y lo pateo en el estómago, después salto estirando su pierna y su pie se detuvo con el pecho del vampiro, parecía que todo estaba saliendo bien, el vampiro no se había percatado del puntiagudo filamento que sobresalía de uno de los árboles, solo se necesitaba un golpe más para que el vampiro terminara encajado en él.

Jace uso su espada como un medio de impulso clavándola en el piso y con ambos pies dio el que creyó seria el golpe final, pero eso no ocurrió. Avianik había adivinado los intentos del chico y con su poder de hada hizo que el árbol cambiara su forma haciéndolo inofensivo para el vampiro. Este contratacó sin piedad y sin dejar de aprovechar la oportunidad que había adquirido por el asombro de Jace. Le golpeo en repetidas ocasiones hasta que Jace arrojo sangre por su boca y se quedó bajo en el piso para recuperar aire.

―Que desperdicio ―le dijo el vampiro al ver la sangre de Jace en el piso―. Tranquilo, pronto tú y tu amigo estarán en el mismo sueño eterno.

Jace escupió una vez más.

―No te preocupes ―le imito el cazador de sombras―. Pronto tu no existirás.

El vampiro no entendió de que hablaba, no tuvo el suficiente tiempo para hacerlo, un zumbido se escuchó cuando una flecha corto el aire y atravesó el pecho de Leonel.

Jace no espero y con la mayor velocidad que le fue posible, rompió la parte trasera de la flecha haciendo con eso posible quitar la flecha del pecho de Leonel jalándola hacia enfrente. Una vez la flecha había salido del cuerpo de Leonel, el vampiro dejo de existir, en su lugar solo había polvo y cenizas.

Cuando el humo que antes era un vampiro se disipo, Jace observo a Alec de pie y con su arco aun apuntando hacia donde antes estaba Leonel. Aun se miraba como estar a punto de perder el conocimiento, pero sus ojos eran de un color azul oscuro intenso, tan intenso como su voluntad de seguir en batalla. Jace se movió hacia él con un poco de alivio. Pero ellos aún no se encontraban solos. Avianik se interpuso entre Alec y su única protección. El hada tenía una posición como de animal salvaje a punto de atacar. Cuando Alec miro la firme intención de Jace de atacarle, este le detuvo con un gesto.

―Avianik, se acabó, te llevaremos ante la Clave y ellos decidirán que hacer contigo. Deja de atacar, no tienes que morir. Hazlo por Terrence.

Esas últimas palabras encendieron una llama en ella.

―Tú lo viste, viste lo que paso con Terrence, mi Terrence, ¿cómo te atreves? eso es mío… ¡Mío!

Jace dio un paso más hacia Avianik, Alec le insistió para que no lo hiciera.

―Terrence te ama, aun cuando no te recuerda, la magia sigue activa por lo que aun siente por ti. Valora eso, ríndete.

El humor de Avianik cambio, ahora se miraba como una niña indefensa de nuevo, su más poderosa protección.

―Me abandono, me dejo sola con todo mi amor hacia él, me dejo sufriendo, me dejo por no ser de su especie, no estuve a su altura.

Ahora fue Alec quien entristeció.

―No ―le dijo con voz baja―. No fue así. Fue por la maldad que hay en ti, no pudo soportarlo y uso la única forma que le permitió seguir sin ti; la magia.

Alec respiro profundo.

―No te dejo por lo que eres, lo hizo por lo que haces.

Avianik sintió por primera vez el peso de la terrible verdad. Ella cayó al suelo como lo haría una doncella en un cuento de hadas.

―Soy parte demonio, soy más un demonio y mi ángel no pudo amarme… no. Yo no atesore su amor, yo no… no.

Alec se acercó con la poca fuerza que le quedaba y bajo hasta quedar frente al rostro de la chica.

―Siempre puedes intentar cambiar las cosas, quizás no sea fácil, y no puedo prometer que la Clave no te castigue por lo que has hecho, pero si tú lo quieres, podrías tener la esperanza de recuperar a Terrence.

― ¿Cómo podría ser eso posible?

―Terrence está bajo un encantamiento, conozco a alguien que podría hacer que recuerde, pero solo cuando tú te lo hayas ganado, no hay forma de engañar a la magia, así que todo dependerá de ti.

― ¿Por qué harías eso, Cazador de Sombras?

Alec ayudo a ponerse en pie al hada.

―Porque el amor que ambos sentían se ganó esta oportunidad, quizás no de estar juntos, pero Terrence debería recordarte. ―Alec sonrió un poco mientras Jace tomaba al hada firme, pero gentilmente―. No lo haré yo, pero creo que el día de hoy esta persona podría hacer esto por mí.

Jace sonrió a su hermano con orgullo.

― ¿Gastaras tu deseo de cumpleaños en alguien más? Solo tú, Alec.

Alec dibujo otra Iratze, esta vez por sí mismo, lo que significaba que estaba recuperándose rápidamente.

―El único deseo que quisiera pedir hoy es volver a casa.

―Bien ―dijo Jace―. No digas más.


* * *


Jace se encargó de entregar a los guardias del Gard a Avianik, Alec se presentó ante su padre y le conto todo cuanto había pasado, dejo de lado la promesa que le había hecho al hada, sin embargo, hizo como petición especial que Terrence Vélez se presentara al juicio.

― ¿Crees que sea buena idea? ―pregunto Robert preocupado por el bienestar de su viejo compañero.

―Si ―respondió Alec sin ninguna duda―. Creo que le servirá de motivación, ella tiene poderes impresionantes, creo que serían útiles para la Clave si se recupera.

Robert le miro.

―Estoy seguro de que esas no son tus verdaderas razones, pero para el informe del consejo, me parece perfectos tus argumentos. Alec, buen trabajo.

―Gracias señor, pero mi parabatai también…

―Llego al final de la fiesta para robar un poco de crédito.

Jace había entrado a la oficina sin anunciarse, se colocó a lado de su hermano, ambos con una perfecta postura de soldado.

Robert nunca se miró más orgulloso. El hombre sonrió.

―Hablando de fiestas…



* * *


El portal se abrió en el jardín del instituto, al parecer en alguna parte de la noche la fiesta para Alec se había mudado al santuario ya que el espacio en el apartamento había sido insuficiente.

Jace, Robert y Alec se quedaron un poco perplejos al ver los rayos de luz que salían de los grandes techos del santuario, la fiesta estaba claramente en su apogeo más alto.

Los tres hombres suspiraron.

―Espero que la Clave no se entere de esto ―dijo Robert.

―Espero que ningún vampiro vomite ―pidió Jace.

―Espero que Rafe no encuentre a Iglesia.

Y así los tres entraron al instituto.

Hubo una calurosa bienvenida para Alec, hubo aplausos y una lluvia de abrazos solo para él. La fiesta fue amena, los regalos fueron entregados y Lily toco para Alec y Magnus mientras la pista se llenaba de parejas que se movieron lentamente al ritmo de las melodías.

Alec podía sentir a Magnus un poco tenso a través de sus movimientos, sus caricias y hasta sus miradas. Rafe y Max habían caído victimas del cansancio en los brazos de Isabelle y Maryse. Alec estiro sus brazos para pedir a Max mientras Magnus hacia lo mismo por Rafe. Se despidieron por un momento anunciando que estarían de vuelta cuando los dos niños estuvieran en sus camas.

Caminaron en silencio por los largos pasillos, Alec no se había dado cuenta desde cuando los silencios junto a Magnus se habían convertido en algo tan especial como las mismas conversaciones, había llegado de manera tan natural, sin darse cuenta de cómo el silencio se transformó de soledad a paz y todo gracias a Magnus.

Muy natural también era ver a estos dos niños tan acostumbrados uno al otro incluso al dormir, Rafe había estirado su mano para atrapar entre sus dedos la maraña de cabello azul de Max, si Max necesitaba un muñeco de felpa para dormir, a Rafe le bastaba con sentir el suave cabello de su hermano.

―Ellos se ven muy…

Alec no termino su oración, Magnus se había abalanzado hacia él para tomarlo entre sus brazos, recargo su cabeza en el hombro de Alec y lo presiono lo suficientemente fuerte como para sentir su corazón palpitando ahora más fuerte gracias a él.

―Estaba tan preocupado, te sentí en peligro.

Alec respondió al abrazo acariciando el cabello de Magnus.

― ¿Me sentiste? ¿A qué te refieres?

Magnus se separó finalmente, reía de manera delicada y apenada. El corazón de Alec salto con esa sonrisa.

―Es posible que practique algunos hechizos de protección y vinculación mientras duermes, un brujo siempre debe tener precaución, sobre todo si se trata de proteger sus más preciadas posesiones.

Alec rio.

― ¿Posesiones?

―Posesiones, familia. Al final lo que importa es mantenerlos siempre a salvo.

―Tu practicidad me conmueve.

Y se besaron, habían esperado esto durante todo el día, ahora que sus labios se estaban reencontrando se sentía como el primero, ansioso y deseoso de más. Alec lo había extrañado tanto y Magnus había estado tan preocupado que todos esos sentimientos estaban siendo liberados en un solo beso.

Se separaron después sin aliento.

―Me sacaste ―dijo Alec con su frente pegada a la de Magnus―. Me ayudaste en ese sueño, fuiste tú.

― Eh, Mejillas Dulces ¿De qué hablas?

Alec tomo las manos de Magnus y las sostuvo firmemente mientras le hablaba sobre todo lo que ocurrió en ese sueño. y como el Magnus de ese sueño le había advertido sobre la verdad.

―Pero Ahora lo entiendo ―dijo Alec, ahora estaban sentados en el alfeizar de la ventana―. Fue tu hechizo el que me ayudo.

Magnus movió su cabeza.

―No estoy seguro de eso, no es así como funciona, ese sueño estaba en tu cabeza, no te fuiste realmente a ningún lado, podría entenderlo porque ese vampiro estaba drenándote, pero, salvarte de un sueño es algo completamente diferente.

― ¿Qué fue eso entonces? ¿Por qué ese Magnus pudo ayudarme?

Magnus acerco las manos de Alec a su boca, le gustaba sentir la piel del cazador tocando sus labios.

―Creo que fue el recuerdo que tienes de mí el que te ayudo, de alguna manera sentiste que necesitabas ayuda y…

―La ayuda llego reflejada en la única persona en la que no podría dudar.

Magnus levanto el cuello de su camisa.

―Ese es un cumplido maravilloso.

Alec le sonrió dulcemente, y después tomo su mano.

―Magnus, necesito pedirte algo.

―Lo que desees, es tuyo.

Alec suspiro e inicio el relato más extenso de su aventura lejos de casa, utilizo las palabras correctas de la manera adecuada, tan conciso como siempre había sabido ser. Magnus lo escucho con una atención imposible, el agarre de su mano aumentaba y disminuía conforme la historia avanzaba, cerró los ojos con dolor al escucharlo hablar sobre su casi drenado y su mirada se aligero cuando Alec le hablo de la promesa que había hecho a esa hada, la que había causado tanto mal, incluso a la persona que decía amar tanto.

Magnus respiro con fuerza.

―Si es lo que quieres, lo hare, lo hare por ti, porque crees en Avianik y en que puede cambiar.

Alec agacho la mirada.

―No estoy seguro de que pueda lograrlo, pero todos merecemos una oportunidad ¿cierto?

Magnus levanto su mano para acariciar el rostro de su amado.

―Amo por completo tu fuerza, tu valentía y tu fe.

Alec cerró los ojos aceptando el gesto plenamente.

―Soy feliz, como nunca lo fui o si quiera imagine ser, sé que hay problemas, que siempre los habrá, pero aun así tengo todo lo que deseo, lo único que me hace falta es ayudar a los demás, todos cuanto pueda. Es lo que intento.

Eran pocas las ocasiones en las que Magnus podía sentirse sobrecogido, fueron mucho más frecuentes desde que conoció a Alec Lightwood.

Magnus se acercó aún más a Alec.

―Nunca, en cuatrocientos años, conocí a alguien como tú, Alexander Lightwood.

Alec le miro, organizando las palabras en su mente para lograr decirlas de la forma correcta.

―Quiero ser bueno. Quiero que tengas un buen recuerdo de mí, que nunca te avergüences por haberme amado o que sientas que debes ocultarlo. Quiero ser la mejor versión de mí, para ti.

Magnus podía entender por completo su miedo.

―No eres como Avianik o incluso como… Camille. Ellas fueron plenamente amadas, pero demostraron que no merecían ese amor, es difícil, entiendo a Terrence por completo ya que estuve en la misma situación. Pero, ahora que te tengo, que tengo a mis hijos es que me doy cuenta de que son las personas que amas las que te hacen querer ser mejor, no eres en absoluto como ellas, ya que tú haces que quiera ser mejor para ti, me siento el más afortunado del mundo por tenerte. Y no hay ninguna posibilidad de que eso cambie, sin importar el tiempo que transcurra, siempre serás el responsable de lo más bello de mi vida.

Alec sonrió.

―Te amo, Magnus Bane.

―Te amo, Alec Lightwood.

Ellos se besaron de nuevo, con la luz de la luna y la ciudad creando sombras multicolores de ellos alrededor de toda la habitación, un espectáculo casi tan hermoso como el amor que se profesaban.

Cuando finalmente se separaron, Alec sugirió regresar a la fiesta antes de que Lily o Isabelle subieran a buscarles.

―Antes de eso ―dijo Magnus sosteniendo su mano―. Quiero darte esto.

Magnus conjuro en su mano una joya, era pequeña pero impresionante por su belleza.

―He guardado este reloj durante mucho tiempo, lo compre en una subasta en Londres hace doscientos años, lo cambie para que fuera un relicario.

Magnus abrió la joya y dejo expuesta la fotografía que había dentro. Magnus, Rafe y Max.

― ¡Por el ángel! Magnus, es perfecto.

Magnus miro maravillado como Alec tomaba la joya examinándola con sumo cuidado.

Magnus siguió explicando mientras el cazador tocaba el relieve de la joya con sus dedos.

Le hice grabar la estrella que significa la magia de Max y mía, también las alas que significa tu sangre angelical, y la de Rafe, también están las llamas que simbolizan nuestro nombre; Lightwood.

Alec levanto la mirada.

― ¿Nuestro nombre?

Magnus le guiño un ojo.

―Algún día.

Alec se puso de pie con entusiasmo.

― ¿Puedes? ―pregunto pidiendo a Magnus que le ayudara a colocarse la joya.

Magnus se colocó detrás de él y cerro el broche por detrás del cuello de Alec. El chico seguía mirando a su pecho, en donde tendría siempre la imagen de su familia cerca de su corazón.

Sin importar lo dejos que estuviera, esa fotografía le recordaría siempre que tenía un lugar a donde regresar, que había personas siempre esperándole, que sin importar lo que ocurriera él debía volver a casa.

Magnus descanso su cabeza en el hombro de Alec y le murmuro al oído.

―Te amo, Alec Lightwood. Feliz cumpleaños.


Fin

♥♥♥

Fanfiction dedicado a Abby, que como Alec, celebra su cumpleaños en septiembre. Espero te haya gustado y gracias por el apoyo

Sé que esta fuera de tiempo, por un momento pensé en dejarlo para el siguiente año, pero también creí que era mejor tarde que nunca y aquí lo tienen, espero lo hayan disfrutado y mil disculpas por la tardanza.

¡Gracias a todos y nos leemos en los comentarios!


@MayGraciel


Portada: @Neiara29♥



Comentarios

  1. Fue un cumpleaños algo extremo sin duda jajajaja, estoy segura que será memorable tanto para Alec como para Magnus; Apellidado "Precavido" después de Bane.
    Siempre se supo el temor de Alec, que su relación es bella, pero compleja, por el hecho que tanto Alec como Rafe en un futuro morirán, o quién sabe, quizás Magnus encuentra como detener el proceso. Y eso solo llena de dudas e inseguridades a ambas partes, pero al mismo tiempo sabes que debes disfrutar todo el tiempo con esa persona antes que se agote...

    Es como el verano, debes aprovecharlo al máximo aunque tengas finales de por medio, pirque las cosas no duran por siempre.

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  2. Que bello 😭😭😭❤ me encantó, muchas gracias por publicarlo y no dejarlo para el siguiente año, amé cada párrafo, hasta lloré de felicidad, gracias por escribir tan hermoso May y alegrar mi corazón 😍🙌🏻😭❤

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  3. hermoso mi bella amiga amo tus escritos

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  4. Hola me encanta como escribes. Aunque no es un fic triste excepto por Terrence y el hada, lloré Hasta el final todo lo que se decían Magnus y Alec fue tan conmovedor y lindo los dos son perfectos Malec forever. Te cuidas y que la inspiración siempre este contigo jjjjjaaa

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  5. Hola me encanta como escribes. Aunque no es un fic triste excepto por Terrence y el hada, lloré Hasta el final todo lo que se decían Magnus y Alec fue tan conmovedor y lindo los dos son perfectos Malec forever. Te cuidas y que la inspiración siempre este contigo jjjjjaaa

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