La propuesta (Magnus)

Los labios de Alec eran suaves, dulces y muy familiares para Magnus. Ambos estaban envueltos en uno del otro sobre el sillón en el apartamento de Brooklyn, Magnus diestramente acariciaba el cuello de Alec sin separa sus labios de los de su novio. Alec sujetaba a Magnus firmemente, ambos entregados a esa tarde tranquila llena de plenos besos.

Habían pasado un par de días de la celebración de la boda de Luke y Jocelyn y todo parecía estar tranquilo, Magnus sabía que era una tranquilidad aparente, las hadas estaban planeando su venganza y como dijo Catarina eso podría pasar dentro de décadas pero aun así, las hadas eran un pueblo poderoso y el cual debía ser temido.

-¿Estás bien? –Alec tenía su rostro enterrado en el cuello de Magnus, su respiración apenas volviendo a la normalidad.

-¿Te parece que no? –Magnus coloco su mano bajo el mentón de Alec para levantarlo y mirarle a los ojos. –Extrañaba tanto esto. –Dijo en un murmullo.

-No volverás a extrañarlo. –Contesto Alec.

Magnus sonrió con picardía. –Pero si ya lo extraño. –Y volvió a los labios ahora más fervientes de Alec.

Alec estaba ya sobre Magnus y este tiraba de la sudadera gris y horrible que llevaba puesta para hacerla pasar sobre su cabeza y apartarla del camino. En ese momento un ruido extraño surgió de la ventana sobre ellos, ambos dirigieron su mirada a la misma dirección. Lenta pero fielmente las ramas del árbol que se encontraba fuera del edificio y que sin dificultar pasaba lo alto del segundo piso en donde se encontraba el apartamento, comenzó a moldearse sobre la ventana formando símbolos claros pero no tan conocidos para Alec, sin embargo Magnus los conocía muy bien.

-¿No es esa una forma que tienen las hadas para enviar mensajes? –Dijo Alec sin apartar la mirada de la ventana.

Magnus que aun estaba bajo Alec le dedico una mirada de culpabilidad nerviosa. Alec le respondió con otra, claramente decía: No quiero saber. Este se levanto, tomo su sudadera del suelo y se dirigió a la cocina. –Buscare algo de comer. –Magnus entendió que le estaba dando espacio para atender al mensaje.

Una vez que el mensaje fue recibido y contestado mágicamente, Alec regreso a la sala en el momento en que Magnus tomaba su abrigo de la percha en la pared, Alec llevaba en su mano una caja de galletas que había conseguido de la cocina, la cual sostenía con desgane, observo a su novio esperando lo que probablemente sería una explicación.

-Lo lamento –Dijo Magnus. –Debo irme.

-Supongo que no puedo acompañarte.

-No, al menos que no te importe romper La Ley.

-No me importa romper la ley por ti Magnus. –Dijo Alec poniendo la caja sobre la mesa de café. –Pero aun estoy pagando por las leyes que rompimos hace unas semanas.

-Ser hijo del inquisidor es agotador, supongo.

-No tanto como ser El Gran Brujo de Brooklyn.

-Alec…

-Está bien –Dijo Alec comprensivo -Solo, ten mucho cuidado.

Alec y Magnus se besaron nuevamente antes de que este saliera del edificio.

* * * * *

El Reino de las hadas había sido condenado a perder su lugar en los acuerdos y a cualquier tipo de ayuda que pudiera necesitar de La Clave, habían sido despojados de sus fuerzas guerreras y de toda posibilidad de defenderse a sí mismos, prohibición de armas era la cubierta del gran problema que posaban sobre los hombros de este reino, el cual estaba pagando por la terrible traición que la Reina Seelie había realizado en contra de los Nephilim, para Magnus esto era una muy gran injusticia, había hablado a favor de la corte de hadas intentando que los Nephilim se dieran cuenta de su error, pero todo en vano, los Cazadores de Sombras estaban asustados y heridos por las terribles perdidas que habían sufrido, no era que Magnus las hiciera menos, él mismo había perdido a Raphael a manos de Sebastián, pero si algo sabia después de cientos de años era que la venganza no lleva más que a mas dolor y destrucción.

El lugar al que Magnus había sido citado era un restaurante mundano o eso parecía, fue recibido por un camarero de aspecto muy común, las mesas estaban considerablemente concurridas pero Magnus fue guiado a través del salón principal hasta un pasillo que se dividía en dos direcciones, una de ellas era la cocina, la otra, que fue por donde fue conducido, llevaba hacia un salón un poco más pequeño.

-Por favor, tome asiento. –Dijo el eficiente camarero apuntando a una de las mesas que se encontraban ahí. –Enseguida vendrán a hablar con usted.

Magnus asintió con la cabeza y tomo asiento, esperaría a Aeval quien había sido su informante hada desde hace décadas, no se consideraban amigos, era mucho más apropiado llamarla una relación útil y necesaria. No estaba exactamente rompiendo la ley, ya que no estaba prohibido contactar a las hadas, sin embargo sabía que si Aeval lo llamaba era porque necesitaba de sus servicios y eso podría implicar cualquier circunstancia ilegal. Se quedo sentado esperando y sus pensamientos fueron de inmediato hacia Alec ¿Qué pensaría de sus tratos con las hadas, ahora que irremediablemente se convirtieron en los indeseables del Submundo? sabia que Alexander entendería, lo demostró esa misma tarde al no cuestionarlo con respecto al mensaje, Alec entendía que no podía alejarse de ellos tan fácilmente, su lealtad era hacia los de su especie, eran ellos quienes necesitaban su ayuda, la ayuda de todo el submundo y necesitaba hacer lo posible para salvar a este reino. Se dibujo una sonrisa en su rostro al darse cuenta de que su Alec entendería todo esto. El ruido de puerta siendo abierta despertó a Magnus, el cual se quedo un poco más que asombrado cuando se percato de que quien había entrado a la habitación no era Aeval, sino Kaelie, la cual conocía de las cientos de veces que había ido a Takis y después, en la corte del Gard donde habían sido sentenciados, Kaelie había sido la representante de este reino y había pedido misericordia de los Cazadores, algo que no obtuvo.

-Le agradezco. –Dijo la pequeña hada, sus ojos tan azules que no podían pasar como naturales. –Señor Bane por venir a mi ayuda.

-En realidad. –Dijo Magnus levantando una ceja. –Vine por el llamado de alguien más, ¿Venir a tu ayuda? No me has comunicado el porqué la necesitas. No podemos decir que eso hare, si pudiera hacerlo claro está.

La joven hada se tenso. Magnus se compadeció. –Hablar nunca ha dañado a nadie. –Dijo Magnus señalando el lugar vacio a su lado. -¿Quieres intentarlo?

Kaelie dio un suspiro, parecía de alivio y tomo asiento.

-Somos una gran cantidad de Feys. –Inicio Kaelie. –Nos hemos organizado para introducir armamento a los territorios de distintas cortes de hadas… -Kaelie hablaba precipitadamente, con angustia, nada de lo que pronunciaba le estaba gustando en lo absoluto a Magnus. –hay suficiente armamento para formar un pequeño ejército, para crear una resistencia… podemos…

-¡Espera! ¡Espera! ¡Espera! –Magnus tallo su rostro con cansancio. -¿Armas? ¿Ejercito? Y no menos importante ¿Resistencia? ¿Resistencia contra qué o quién?

-¡Contra los Nephilim!

-Oh dios

-Ellos nos castigaron a todos nosotros por algo que hicieron unos cuantos…

-Algo de lo cual no estabas enterada ¿Cierto? –Esto era claramente una acusación.

-El que hayamos estado enterados… no… no significa nada. Nosotros no hicimos nada…

-¡Exacto! -dijo Magnus, su voz severa. –No hicieron nada, a pesar de que muchas vidas pudieron haberse salvado…

-¡No era nuestra responsabilidad!

-Salvar una vida es siempre responsabilidad de aquel quien puede salvarla.

Kaelie enmudeció e incluso bajo la mirada. –Creí… yo pensé… por la manera en que hablaste por nosotros en el consejo, que podrías ayudarnos. ¡Que querrías ayudarnos!

-En absoluto no para lo que intentan.

Magnus comenzó a levantarse de la mesa cuando la puerta nuevamente fue abierta, en esta ocasión fue Aeval quien entro, sus alas y su piel amatista resaltaban en la habitación.

-Es increíble –Dijo la Hada con ironía –Tu amante en verdad te tiene bien  enganchado. ¿Qué dice eso del magnífico Bane?

-Las hadas y sus anticuadas palabras. –Dijo Magnus sin dejar que Aeval lo afectara. –Adelante, continua, convenceme.

-Recuerdo muy bien –Dijo Aeval pasando a lado de Magnus y acercándose a Kaelie. –Tu ayuda a los subterráneas y mundanos siempre ha sido desinteresada…

-Disculpa. –Dijo Magnus enarcando ambas cejas. -¿Hablas de mí?

 -Ha sido a los Nephilim a los cuales has cargado con tus precios exorbitantes, -Continúo Aeval como si Magnus no hubiera hablado. –Magnus sabes que no son de fiar, lo que hicieron con nuestro reino podría ser el principio de todo.

-Hablas como si no tuvieran culpa alguna.

-Es posible. –Dijo el hada tranquilamente. –Pero ¿Quiénes son ellos para reprendernos?

-Se supone que esa es su misión. –Dijo Magnus con desgane, fingiendo desinterés. –ya sabes, los hijos del ángel, como sea, no estoy interesado en ayudarlas con su muy estúpida idea. Y por favor, no se ofendan.

-Nuestro pueblo perecerá. –Dijo Kaelie con tristeza.

Magnus que ya se dirigía a la salida se detuvo en seco al escuchar a la pequeña hada, miro a sus ojos azules. –Tu pueblo no desaparecerá, no con integrantes como tú, que intentan ayudar. El problema es: Esta no es la solución, sino una forma de hacer empeorar las cosas, los feys recibieron un castigo severo pero merecido, está en ustedes redimirse y demostrar que no hay maldad que pueda perjudicar a los mundanos, que pueden convivir con los demás subterráneos y con los propios Nephilim.

-Los Nephilim nunca harían eso. –Dijo Aeval.

-Yo pensaba igual. –Dijo Magnus. –Pero las cosas están cambiando, las nuevas generaciones de los hijos del ángel piensan de una manera muy distinta.

Aeval soltó un bufido, estaba claramente furiosa. –El que tu nuevo juguete ángel te acepte no significa…

Aeval no termino de hablar, las cosas que estaban creadas de cristal en la habitación estallaron en un segundo, las tazas sobre la mesa, las lámparas y jarrones, todos pulverizados, las dos hadas se pusieron en alerta, Magnus entrecerró sus ojos en su dirección. –Debes tener cuidado con lo que dices –Dijo Magnus peligroso. –ciertamente no me interesa explicar lo que Alexander es para mí, te recomiendo que simplemente te despreocupes de eso.

Magnus salió de la habitación sin detenerse y sin mirar atrás.

* * * * *

Las luces de la ciudad se reflejaban a través de la ventana del taxi que Magnus había tomado al salir del restaurante, claramente afectado por las palabras de Aeval, no era que ella fuera de gran importancia para él o lo que pudiera salir de su boca, pero Alec lo era, y que hablaran de esa manera de él definitivamente lo afectaba. En ese momento su celular sonó.

-Hola Magnus. –La voz de Catarina era clara y concisa. –¿Están listos ya?

Magnus parpadeo con su teléfono pegado a su oído. –No podría decir precisamente que sí. –Dijo Magnus con duda.

-Lo olvidaste, ¿cierto?

-Recuerda querida que todo es en perspectiva.

-¿Y tienes alguna?

Magnus quedo en silencio, intentando que su memoria le ayudara con la situación, después de un momento escucho claramente como su amiga daba un fuerte y muy pronunciado suspiro. –Me pediste que te ayudara con la sesión de esta tarde de Simon, ¿Lo recuerdas ya?

-Nunca lo olvide…

-Magnus…

Magnus aclaro su garganta, -Te parece que nos veamos en el instituto… -En ese momento se escucho un bip de su celular. –Espera Catarina. –Dijo Magnus. –Tengo otra llamada. –Al revisar la pantalla del celular sus ojos se abrieron considerablemente. Robert Lightwood estaba llamándolo lo cual significaba que se encontraba fuera de Alicante, tal vez en Nueva York, tal vez en el instituto. Magnus regreso el celular a su oído.

-Disculpa Catarina. –Dijo. –Robert está llamando y…

-Oh. –Se apresuro a decir la bruja. –Debe ser importante, pues, buena suerte con eso.

-¿Suerte? –Dijo Magnus con sarcasmo. –Es el padre inflexible de mi novio, el cual me detesta, ¿Qué podría salir mal?

-Como dije –Dijo Catarina y Magnus podía imaginar claramente su sonrisa de burla a través del auricular. –Buena suerte.

* * * * *

El lugar era realmente hermoso y espectacular, enormes flores iridiscentes como copas en forma de pétalos, que brillan con el color y el agua. Había ranas dentro de los huecos de las brillantes de las flores. Estaba tan inmerso en tanta maravilla que no me di cuenta de inmediato de los ojos marrones redondos que me observaba los cuales le pertenecían a un mono.

"Hola, compañero," Le dije y el mono hizo un ruido terrible, medio gruñido y medio silbido.

"Empiezo a dudar de la belleza de nuestra amistad," Le dije. Y recordé lo que Giuliana me había dicho, dijo que no dieran marcha atrás al ser abordado por monos, pero este mono era mucho más grande que los otros monos que había visto, con los hombros agrupados, amplios y gruesos, casi negro de piel, un mono aullador, o creo que algo así eran llamados. En fin, le lance un higo y este lo tomo y pensé que con eso el problema estaba resuelto, pero el mono comenzó a caminar hacia mí, masticando de manera amenazante, y me comencé a cuestionar acerca de mi estancia allí, ya que tú lo sabes Alexander disfruto de la vida de la ciudad: Las luces brillantes, la compañía constante, el entretenimiento líquido. Y sobre todo; la falta de monos repentinos. Hice caso omiso de los consejos de Giuliana y di un muy poco inteligente paso atrás, y también lance otra pieza de fruta la cual el mono ignoro por completo. Se enrolló y se sacudió con un gruñido, y di varios pasos más hacia atrás y me estampe contra un árbol. Me golpe al impacto y estuve brevemente agradecido de que nadie me observaba ya que como tú lo sabes me gusta conservar lo sofisticado, eso termino cuando el mono me asaltó directamente a la cara.

Grite, gire y corrí a través de la selva tropical. Ni siquiera se me ocurrió dejar la fruta. Caía una por una en una cascada brillante mientras ¡corría por mi vida frente a la amenaza del simio! Escuche algo en la persecución y hui rápidamente hasta perder todas mis frutas fue entonces que me tropecé con Ragnor. Con un poco mas de alivio escuche como este se quejaba como de costumbre pero me defendí diciéndole que estaba muy bien camuflado, sabes a lo que me refiero ¿cierto?...

De inmediato detalle y relate mi muy terrible aventura con el mono dos veces, una vez para Giuliana en su idioma, y de nuevo para Ragnor en el nuestro. Giuliana no fue muy amable, me dijo que había sido un idiota y que tenía suerte de estar con vida. Mientras que Ragnor parecía muy arrepentido por todas las elecciones que habían llevado a su ser a estar en este lugar y sobre todo en esta compañía, algo de lo cual aun me siento íntimamente ofendido debo agregar. Luego se inclinó y susurró, suficientemente bajo como para Giuliana no pudiera oírnos de una manera que me recordara lo fatal de mi mono némesis: "¿Has olvidado que puedes hacer magia?"

Dedique un momento para echar una mirada desdeñosa sobre mi hombro para poder decirle: "¡Yo no voy a embrujar a un mono! Sinceramente, Ragnor. ¿Por quién me tomas?"

Alec bajo el cuaderno mientras echaba la cabeza hacia atrás riendo sobre el sofá del apartamento de Brooklyn. Pensando en que definitivamente Magnus había olvidado la magia por el pánico que lo había inundado y en lo gracioso que eso era. Presidente brinco a su lado exigiendo atención, Alec miro al reloj en la pared.

–Por el ángel. –Dijo sorprendido. -¿Cuánto tiempo he estado leyendo? –Presidente estaba de acuerdo con eso y brinco sobre su regazo. –Debes de tener hambre, ¿Cierto? –Dijo y amablemente aparto al felino para poder levantarse, se dirigió a la cocina y vertió la comida sobre el plato de presidente. Presidente se abalanzo contra él con satisfacción mientras Alec lo observaba. Los pensamientos del chico en realidad seguían en la historia que acababa de leer.

-Un mono. –Dijo sonriendo. –Tal vez sea un buen obsequio para su siguiente cumpleaños.

* * * * *

Magnus llamo al ascensor en el instituto, antes de que tomara la reja para correrla este se abrió tomando por sorpresa al brujo y dejando ver a Isabelle tan radiante como siempre, ella lo observo y su rostro cambio de inmediato.

-Oh –Dijo Isabelle con desilusión. –Eres tú.

-También me alegro de verte.

-Lo que sucede es que creí que era Simon.

-De eso me doy cuenta. –Magnus entro al ascensor mirando de soslayo hacia Isabelle. –Entonces, ¿todo bien con Simon?

-En lo que cabe, tú lo sabes, nos has ayudado con lo de su memoria, cada día es mejor al anterior, -Isabelle suspiro. –Es lento pero todo está mejorando.

-Me alegra escuchar eso.

-¿Y tú qué haces aquí Magnus? –Pregunto Isabelle y se notaba que intentaba recorrer sus pensamientos para averiguar si no había olvidado algo importante.

-Fui convocado aquí por tu padre.

Isabelle bajo la mirada. –él llego aquí esta mañana, mama y él se saludaron y han pasado la mayor parte de su tiempo en ambos extremos del instituto.

-Hay cosas que simplemente tenemos que aceptar.

-¿Qué tenemos que aceptar? –Jace se encamino hacia ellos, en cuanto ambos salieron del ascensor y comenzaron a adentrarse hacia el instituto.

-Las desgracias de nuestra familia, supongo. –Dijo Isabelle con ironía descarada.

Jace le dedico una sonrisa a su hermana –Y hablando de familia. –Dijo y esta vez miro a Magnus. -¿Dónde está mi hermano?

-Esposado a mi cama.

-Brujo degenerado. –Replico Jace.

-Esos comentarios no son tan graciosos si no está Alec para escucharlos. –Dijo Isabelle.

-Oh mi dulce y tierno novio, hace tanta falta aquí para burlarnos de su inocencia.

Esto si logro hacer sonreír a ambos Nephilim, la llamada al ascensor despertó a Isabelle. –Debe ser él. –Dijo y regreso con entusiasmo a la entrada del instituto.

-¿Tu no reaccionaras así? –Dijo Magnus a Jace.

-Ver a Clary me entusiasma. –Confeso Jace. –Pero correr hacia la puerta como una colegiala. –Movió la cabeza de forma negativa. –No lo creo.

-En realidad estaba hablando de Simon. –Dijo Magnus. –Pero, lo que digas.

Jace puso los ojos en blanco. –Robert te está esperando en la biblioteca.

-Y voy hacia allá en este momento.

Magnus comenzó a adentrarse por el instituto cuando escucho nuevamente hablar a Jace. –Suerte. –Le dijo el chico.

Magnus se detuvo un poco. -¿Por qué todos dicen eso?

* * * * *

Magnus llego a la puerta de la biblioteca, no tenía idea de que era lo que le esperaba del otro lado, pero siempre había sido una persona valiente y deseoso de nuevas anécdotas y sin detenerse se aventuro a lo desconocido llamando a ella. Un pase recibió como respuesta y fue ahí donde entro.

Robert Lightwood estaba parado frente al escritorio concentrado en los papeles que se encontraban sobre él, levanto la mirada para encontrarse con la de Magnus.

-Magnus –Dijo a modo de saludo.

-Robert. –Respondió el brujo y noto lo desconcertante del rostro del Cazador, Magnus pensó que estaría acostumbrado a que una persona de su apariencia debiera llamarlo Señor Lightwood o Inquisidor Tal vez a Robert se le olvidaba que Magnus no era para nada la persona que aparentaba ser.

Robert pareció entenderlo y resignarse, todo en un segundo. –Te convoque por un asunto importante.

-¿Debo suponer que esta conversación será bajo la seguridad del sello de la alianza?

Robert entrecerró sus ojos, Magnus a cada segundo daba a conocer más su increíble experiencia. –Por supuesto. –Dijo Robert. –Si así es como lo deseas.

-Lo deseo. –Dijo sencillamente Magnus.

-Bien. Hay fuertes rumores en el submundo de una rebelión del reino Seelie en contra de los Nephilim. –Dijo Robert. –Nuestra fuente actual no es confiable, la manada de Nueva York no tiene nociones de esto y Lili… -Robert suspiro. –Bueno a ella, simplemente no le interesa el tema.

-Comprensible.

-Lo que requiero de usted, Señor Bane es que nos conecte con alguien confiable, alguien que pueda confirmar estas sospechas…

-O desmentirlas.

-Eso en realidad es poco probable.

-Claro. –Dijo Magnus con sarcasmo. –Ya que su fuente es tan fiable.

-Sabemos que el reino de las hadas cobrara saldos.

-Pero parece que no les molesta.

-Era necesario…

-¿Castigarlos?

-Imponer justicia.

-La verdadera justicia conlleva a la condescendencia.

-No podíamos darnos ese placer, el daño realizado es irreparable, deben pagar.

Magnus siempre había sido experto en leer almas y ahora a través de los feroces ojos de Robert Lightwood logro ver una sombra de dolor, un terrible dolor que arrastraría toda su vida, una vida sin Max.

-La pregunta es: -Dijo Magnus sin titubeos. –¿La Clave hubiera realizado la misma sentencia en el caso de que los únicos perjudicados hubieran sido cualquier especie del submundo a excepción de los Nephilim?

-Eso no tiene ninguna importancia. No es el caso.

-No para las hadas. Ya que es en lo único que piensan.

Robert y Magnus quedaron en silencio por unos momentos. Hasta que el brujo decidió romperlo.

-Como sea. –Dijo Magnus. –Hay algo que debes saber.

Magnus relato con eficiencia y gracia los recientes acontecimientos que lo habían llevado a la presencia de dos hadas que habían pedido su ayuda para organizar un ataque hacia los Nephilim, omitió sus nombres y agrego que debía ser considerado la frustración que les llevo a tomar tan temeraria decisión.

-Están desesperados. –Dijo Magnus. –Por salvar a su reino.

-¿Contare con tu testimonio?

-Bajo una condición, -Advirtió Magnus.

-Te escucho.

-Hablare ante La Cónsul y El Consejo, pero solo ante ellos. Este acontecimiento deberá permanecer en secreto, era algo que estaba destinado a fracasar de cualquier manera, y al darlo a conocer no se obtendrá más que mas conflictos entre los Cazadores y las Hadas, esa es mi condición.

Robert miro a Magnus con sospecha. –Lo que pides no es fácil de conceder.

-Te pido que consideres lo que ofrezco, si aceptas, tomare toda responsabilidad de lo que digo. Podrás entrar a cada región de hadas y hacerte con cada arma que posean, podrás incluir mi nombre y el poder de él en el momento en que te pidan el lugar de donde obtuviste la información.

-Eso te pondrá en conflicto con las hadas.

-No me importa. –Dijo Magnus tomando asiento de forma grácil sobre uno de los sofás de la biblioteca. Sus dedos enjoyados se entrelazaban frente a él, sus ojos de gato verde dorado brillaban un poco más por la oscuridad del lugar. –Yo puedo arreglármelas con las rabietas de las hadas. Entonces ¿Qué dices?

Magnus no tenía ningún problema con tomar la responsabilidad de lo dicho por él si esto evitaba la muy probable muerte de cientos de hadas rebeldes que no habían medido bien sus fuerzas, sabía que nadie atacaría al Gran Brujo de Brooklyn y menos ahora que estaba bajo el cobijo de los Cazadores de Sombras y de Alec.

Robert lo considero por solo un segundo. –Lo acepto.

La comisura del labio de Magnus se levanto en una sonrisa sutil y elegante. –No te arrepentirás. –Dijo Magnus tenaz. –Mis tratos son de los mejores. ¿Ya lo habías escuchado?

-He escuchado demasiadas cosas de ti Magnus Bane. –Dijo Robert alejándose de Magnus, volviendo a su escritorio. –Entonces convocare al consejo, probablemente sea solicitada tu presencia el día de mañana. Por el momento es todo, Magnus, te lo agradezco.

-No lo hagas, lo hago por nuestro propio bien.

Magnus y Robert pudieron haber iniciado una muy impresionante batalla de miradas pero Magnus supuso que al final de cuentas eso sería algo infantil. –Entonces. –Dijo el brujo. -¿Es todo? Es decir, ¿En verdad es todo?

-Así es, -Robert lo miro extrañado. –¿Hay algo más de lo que quieras tratar?

-No realmente, pero bueno, supuse, que quizás quisiera saber de Alec, ya sabes por consideración ¿preguntar por tu hijo?

-Puedo llamar a mi hijo yo mismo para saber de él.

-¿Y lo harás?

-Magnus, la relación con mi hijo no es de tu incumbencia.

-Todo lo referente a Alec es de mi incumbencia.

-¿Por qué? –Pregunto Robert desafiante. -¿Crees que el ser su?... –Robert se tropezó en la oración, claramente buscando la palabra, Magnus se imagino que palabra no quería usar. -¿Novio? –Dijo finalmente Robert respectivamente. –¿Te da algún derecho a él?

-Me preocupo por él –Dijo Magnus. –Y tengo el derecho a él tal como él lo tiene hacia mí, ya lo sabes, -Magnus hablo ahora con ironía. –Una relación de pareja es reciproca, como lo serian tu y Maryse, hubo un tiempo en el que ustedes dos eran una matrimonio ¿No?

-¿Cómo te atreves a comparar mi matrimonio con lo que sea que tienes con mi hijo?

-0h no. –Dijo Magnus molesto. –Mi relación con Alexander no se parece en NADA a tu matrimonio, y por dios, nunca se parecerá.

-No puedes darle a mi hijo más que palabras y buenos deseos, eso al final de cuentas no es mucho por lo que esperar. Y el hecho de que probablemente te aburras de Alec pronto…

-¿Qué demonios?

-Esas son el tipo de cosas que he escuchado de ti, no puedes culparme por esperar lo peor, tu reputación te precede.

-¿Y no crees que el estar con Alec sea suficiente para querer cambiar eso?

-Tus buenas intenciones no evitara que le rompas el corazón cuando te aburras y te alejes.

-¿Por qué? –Dijo Magnus -¿Por qué juzgarme y no solo aceptar lo que Alec quiere? ¿Por qué no aceptar a tu hijo?

-¡Acepto y amo a mi hijo! –Robert pareció tomar fuerza de flaqueza para controlarse. –Ni siquiera importa, nunca lo entenderías.

-¿Qué no entendería?

-Lo que es ser un padre, el desear lo mejor para tus hijos y Magnus. –Robert miro a Magnus como muchos Cazadores lo habían hecho durante cientos de años. –Tú no eres lo que quería para él.

-¿Algo cambiaria si fuera yo un Cazador de Sombras?

-¡No te burles brujo!

-he ahí.

Robert se giro hacia la ventana, las luces de los automóviles del tránsito de Nueva York formaban reflejos uniformes en su dura expresión, su mirada perdida en un futuro que sentía había perdido. –Alexander merece algo más. –Dijo sin compasión. –Merece una familia, seguridad. –Robert suspiro. –Como dije, no importa.

-Importa mucho. –Dijo Magnus. –Más de lo que te imaginas.

Al final ambos quedaron de acuerdo en una cosa: La conversación había terminado, sin decir palabra Magnus se dirigió a la salida de la biblioteca, antes de que este girara el picaporte…

-Magnus. –Dijo Robert y Magnus sintió vulnerabilidad en su voz. – Por favor, saluda a Alec de mi parte.

Una sonrisa se escapo de Magnus mirando hacia la puerta, este solo giro un poco su rostro para contestar con un asentimiento de cabeza antes de salir de la habitación.

* * * * *

Las palabras de Robert hacían estragos en la cabeza de Magnus mientras se dirigía a Brooklyn en el taxi que serpenteaba por entre el tráfico y las calles de Manhattan, para la mayoría esto podría ser aterrador, no para Magnus que estaba más preocupado por cómo debería de actuar al llegar con Alec.

Su celular lo despertó.

-¿Hola?

-Magnus, estoy retrasada pero llegare en cuanto pueda. –Voces revoloteaban a través del auricular, al parecer había mucho movimiento en el hospital donde Catarina trabajaba. -¿Pueden esperarme?

-¿Esperarte? –Magnus estaba muy aturdido como para tomarse la molestia de disimular.

-¡Wow! –Dijo Catarina. –Lo olvidaste de nuevo. ¡Y en menos de una hora!

-Querida… –Inicio Magnus pero su mente estaba hecha estragos.

-No importa. –Dijo su amiga. –Noto que no la has pasado muy bien.

-En lo absoluto. –Dijo Magnus vivas. –Estoy de maravilla.

-Lo que digas. Como sea, ¿Me avisaras cuando quieras la sesión con Simon?

-Catarina ¿Qué piensas de mi relación con Alec?

La pregunta fue tan fuera de tema y tan inesperada que a Catarina le tomo unos segundos contestar.

-Valla esto es… Magnus te lo dije, nunca te había visto tan feliz por estar enamorado y definitivamente Alec te hace muy bien. No entiendo, ¿Hay algún problema?

-Hace mucho que dejo de importarme lo que las personas piensan de mí.

-Eso me consta.

-Pero esto ya no se trata solo de mi, ¿Cierto?

-¿Temes que tu pasado alcance a Alexander?

-Temo no poder darle lo que merece.

-Lo que importa es que quieras darle lo que él quiere, lo que ambos quieren.

-Todo lo que quiero es a él.

-Por el amor de… No entiendo Magnus, ¿Cuál es el problema entonces?

-Sé que es él, sé que es la persona que estará en mi corazón para siempre, se que después de él no habrá nadie más, lo que no sé es como demostrarlo, como demostrarle a los que lo quieren y al resto del mundo que no es uno más.

-Tienes una vida para poder demostrar eso.

-No es suficiente, no para mí.

-¡Pues soluciónalo idiota!

El sonido de una llamada cortada resonó en su oído, Magnus estaba completamente perplejo por lo recién sucedido, sabía que Catarina difícilmente lo dejaría colgado con un problema serio como el que tenia ahora, así que no se explicaba el por qué de su reacción.

Magnus observo por un momento su celular. –Eso no fue exactamente de mucha ayuda. –Dijo en voz alta al aparato en su mano, dirigiéndose hacia su casa.

* * * * *

Evidentemente Ragnor no se encontraba de humor para mis chistes, pero, ¿Cuándo lo estaba? Le recordé que estábamos de vacaciones en un hermoso lugar pero eso no lo ablando en lo mas mínimo, me respondió diciendo que yo siempre me encontraba de vacaciones, o por lo menos lo había estado los últimos treinta años a esa época, y era verdad. No había logrado establecerme en ningún lugar, o tal vez era que simplemente no lo quería, no desde la muerte de mi mas reciente pareja, no te voy a mentir, no era mi primera amante, pero si era la primera que había vivido a mi lado durante toda su vida y muerto en mis brazos, era algo a lo que me había preparado desde la primera vez que me enamore e imagine que estaba listo para dejar ir a esas personas que se quedan a tu lado durante su vida mortal, pero en cada ocasión se hacía más difícil, hasta que te resignas, así es mi querido Alec, llega el momento en que te endureces tanto que terminas aceptando lo inevitable, es horrible, suena cruel, pero es verdad, así que tengo que decirte una vez más que te debo mi vida, una vida real, una vida en la que hago eso precisamente: Vivir.

Alec bajo el cuaderno a su regazo, sabía, Magnus le había advertido sobre las cosas que podían provocarle las anécdotas de su vida, No quisiera sobrecargarte con este tipo de cosas, le había dicho Magnus y entendió que debía ser fuerte y valiente, no solo por él, sino por ambos.

Alec se desenredo de sus pensamientos al escuchar las llaves chocando con el picaporte de la puerta. Magnus estaba de vuelta.

-Hola. –Le dijo el brujo con los ojos brillando al momento de ver a Alec de pie frente a él.

-Hola. –Respondió Alexander.

El silencio flotaba entre ellos, fuerte y vulnerable.

Tu amante en verdad te tiene bien enganchado.

La primera que había vivido conmigo y muerto en mis brazos.

Merece algo mas, merece seguridad.

Llega el momento en que te endureces tanto que terminas aceptando lo inevitable.

-Magnus. –Dijo Alec apenas en un murmullo y levanto su mano en la dirección del brujo, un movimiento sutil pero con toda la intensidad que había en él.

Magnus entendió la indirecta mucho mejor de lo que Alec hubiera deseado y como si esto hubiera sido un interruptor, Magnus sujeto su mano solo para jalarlo hacia él con fuerza y terminar con el indeseable espacio que los separaba, en un segundo sus labios estaban juntos y deseosos de mas.

El beso en un instante se convirtió en una llama, Alec podía sentir las frescas y suaves manos de Magnus a través de su cuello bajando por su espalda hasta encontrar el borde de su camiseta y colar sus manos hacia el interior, acariciando su espalda. Los labios de Magnus dejaron los de Alec para bajar a su cuello haciéndolo sentir dolor y placer al mismo tiempo en cada ocasión en la que Magnus mordía, sabía que lo suficiente como para dejar marcas, esas marcas que por alguna razón hacían sentir orgulloso a Magnus. Alec mantenía sus ojos cerrados, mirando chispas a través de sus parpados, chipas que le recordaban a la magia de Magnus, solo para variar, disfrutaba inmensamente del momento. Alec repentinamente empujo a Magnus contra una de las paredes del apartamento, donde este sintió el ya conocido salvajismo en sus besos y el cuerpo de Alec contra el suyo, el aire podía ser escaso en este momento pero eso no tenía ninguna importancia. Alec quito el abrigo purpura que Magnus llevaba dejando que este callera al suelo, sus labios se separaron por un segundo, ya que fisiológicamente era necesario respirar incluso para un Cazador de Sombras y un brujo. Aun así Alec no tenía intenciones de perder el tiempo, sus dedos comenzaron a deshacer los botones de la camisa de Magnus. Magnus inclino su cabeza para que quedara pegada a la de Alec mientras ambos recuperaban el aliento y Alec siguiera ocupándose de los botones de una manera lenta y tortuosa.

-Te amo. –Dijo Magnus con respiración fuerte.

Alec lo beso con fuerza haciendo que Magnus soltara un leve sonido de satisfacción. –Lo sé. -Dijo Alec después del intenso beso. –También te amo.

Ambos cayeron sobre la cama de la habitación, Alec besaba la fina línea de la mandíbula de Magnus hasta llegar a su garganta, Magnus que se encontraba bajo él besaba las cicatrices plateadas de sus hombros, este lo sujeto aun más fuerte, pasando sus brazos por su fornida espalda, haciendo que Alec colapsara aun mas sobre su cuerpo, su piel fresca ardía por el aliento y labios de Alec.

-No sé lo que te paso hoy. –Dijo Alec inesperadamente en un murmullo con su respiración agitada. –Pero quiero que lo olvides.

Magnus pensó en que si acaso su esfuerzo por ocultar sus desastrosos pensamientos habían sido un total fracaso o acaso era algo más, algo que implicaba a Alexander en su totalidad.

-Yo…

-Está bien. –Dijo Alec dulcemente. –Intentare hacer que lo olvides.

Alec se esmero en la tarea y pronto Magnus perdió su capacidad de pensar en nada en lo absoluto, un estado vulnerable que en otro tiempo hubiera odiado, pero no ahora, su corazón y su alma podrían estar expuestos ante Alexander pero no había duda en ello. Alec es su verdadero amor y no quería más que entregarle su alma y su corazón por completo. Sus cuerpos se envolvieron el uno del otro hasta convertirse en uno solo, así como lo era su corazón.


* * * * *

A mitad de la noche Magnus despertó, una sensación de frio lo incomodo y con un leve movimiento de su mano, en medio de la habitación apareció un pequeño fuego azul flotando sobre la alfombra e irradiando calor confortable, la chimenea improvisada también brindo nueva luz a la habitación y logro distinguir una línea formada de ropa que creaba un camino de la sala a la habitación terminando precisamente donde se encontraban, la habitación era un desastre por la reciente demostración de amor que habían tenido, las sabanas revueltas sobre la cama haciendo un nudo en el cuerpo de Alec que dormía tranquilamente cubriendo solo parcialmente su torso dejando ver su piel de pergamino con marcas plateadas y negras. Magnus sonrió por tan maravillosa imagen y se resigno a renunciar a ella por el momento, ya que la habitación era fría y no se arriesgaría a que Alec se enfermara. Lo cubrió con cariño y cuidado haciendo que Alec se moviera entre sueños y se acomodara sobre uno de sus brazos, Magnus lo observo y su pecho se lleno de amor por el Nephilim, la forma tan natural y simple de Alec al amar era lo único que nunca hubiera podido desear. Y estaba ahí, justo a su lado y se pregunto por qué no se sentía satisfecho, por qué no podía disfrutar plenamente de su amor.

¡Pues soluciónalo idiota!

La voz de Catarina le inundo la cabeza y la razón, fue una revelación instantánea, con el rostro de Alec cerca del suyo se dio cuenta de que era lo que quería, y él era Magnus Bane, tendría que lograr conseguir lo que deseaba a como diera lugar, un plan se empezó a formar en su cabeza mientras sentía la respiración de Alec sobre su cuello. Giro hacia su novio, beso sus labios y dijo:

-Ya sé lo que quiero hacer mi ángel. –Alec lanzo su brazo alrededor de Magnus y pareció entrar de inmediato a un nivel más profundo de sueño del que se encontraba, Magnus lanzo un pronunciado y profundo suspiro antes de cerrar los ojos y quedarse nuevamente dormido entre los brazos de Alec.

* * * * *

Alec e Isabelle entraron de manera precipitada al departamento de Magnus, Alec giraba su cabeza en ambas direcciones sobre el escritorio de Magnus, claramente buscando algo.

-Alec… -Dijo Isabelle nerviosa.

-¡Lo tengo! –Exclamo Alec y levanto su mano, de ella colgaba el collar con el rubí rojo brillante.

-¡Dios, Creí que lo había perdido!

-Eso era poco probable. –Dijo Alec a su hermana. –No te desprendes de él, ¿No es así?

-Sí, pero no recordaba si lo había dejado aquí o en… -Isabelle se detuvo para pensar mejor en si continuar o no.

Alec noto la incertidumbre. -¿Aquí o en el instituto? Eso era obvio. –Dijo Alec. –Solo te lo quitas al ir a dormir, ¿En donde más podría…?

Alec entendió y cerró sus ojos dolorosamente. –Olvídalo. –Dijo el hermano mayor, -No quiero saber.

Isabelle rio a su hermano. –Y por cierto. –Dijo. Ambos estaban con intenciones de salir nuevamente del departamento. -¿Listo para esta noche?

Alec se detuvo. -¿Qué hay esta noche?

-¿Bromeas?

-No Isabelle –Dijo Alec. -¿Qué hay esta noche además de ir a pelear con demonios?

-Wow estás hablando en serio. –Dijo Isabelle con ojos muy abiertos y fijos en Alec.

-En serio. –Dijo tranquilo. –No tengo idea de que hablas.

-Pero, Magnus envió invitaciones a todo el mundo y no estoy exagerando, todo aquel que los conozca a ti o a él estarán en Central Park esta noche.

Alec se quedo en silencio, intentando averiguar de qué hablaba su hermana.

-Esas invitaciones, -Dijo Isabelle y Alec se pregunto qué tan asombrada podrías estar por una invitación. -Es decir, es un brujo y todo, pero, que brille todo el tiempo de esa manera. -Isabelle libero un bufido.  -Tuve que meterla a uno de mis gabinetes para poder dormir.

-¿La invitación brilla?

Isabelle movió sus manos en muchas direcciones. –Salen chispas de colores, Simon dijo que parecían polvos de hadas, pero no de los que conocemos. –Agrego rápidamente. –Sino de un cuento mundano, una tal Tinkerbell.

-Chispas –Repitió Alec incrédulo.

-Si Alec, chispas. –Isabelle miro más allá de su hermano hacia la puerta parcialmente abierta de la habitación en donde algo llamo su atención. –chispas como esas. –Dijo y señalo hacia esa dirección.

Alec giro de inmediato y miro a lo que su hermana se refería. Ambos entraron a la habitación y sobre la cama perfectamente ordenada se encontraban varias curiosidades, entre ellas la antes mencionada invitación, Alec la observo un poco antes de levantarla, parecía estar impresa sobre papel tornasol, este cambiaba de distintos colores, las letras sobre la portada se movían como en una cartelera de cine que decía: Alexander y Magnus los invitan cordialmente. Cada vez que el mensaje terminaba de aparecer, chispas doradas y plateadas brotaban del papel como si hiciera falta algún tipo de énfasis. Alec levanto la invitación y dentro de ella descubrió el lugar y la fecha en que los invitados fueron citados, tenía esa información pero su cabeza seguía aturdida y en blanco, sacudió su cabeza y ahora presto atención a lo que además de la invitación se encontraba sobre la cama, era un traje de diseñador, claramente de su talla, zapatos, corbata, todo en un conjunto perfecto, estético y abrumador. Isabelle se movió al lado de la cama.

-¿Ya viste esto? –Le tendió a su hermano una tarjeta del tamaño de un sobre, que había tomado del bolsillo de la chaqueta, Alec la tomo, en la cubierta con letras doradas decía: Querido Alec. Y la leyó en silencio.

Debes de estar haciéndote miles de preguntas, solo puedo adelantarte que todas ellas serán contestadas esta noche, quisiera... No. Es más apropiado decir “deseo” mi adorado Alexander que me acompañes esta noche al lugar que ahora sabes, para pasar una de las mejores veladas de nuestra existencia, una velada que recordaremos por siempre.

Te ama
Magnus Bane.

PD. No es necesario que uses lo que elegí para ti, es solo… una sugerencia, usa lo que tu prefieras mi amor, pero pienso, que lucirías exquisito en este conjunto.

Alec sonreía abiertamente a la tarjeta en su mano.

-¿Y bien? –pregunto ansiosa su hermana.

-¿Qué?

-¿Ya sabes a que va todo esto?

-No lo dice. –Dijo Alec sencillamente.

-¡Oh Grandioso! –Aspecto Isabelle, -Estoy que me muero de la curiosidad. –Miro hacia su hermano con sospecha. -¿Seguro que no tienes idea de lo que planea?

-No. –Dijo Alec. –Ni idea.

Isabelle rodo los ojos y salió de la habitación recordando lo pésimo que era Alec para mentir.

* * * * *
Central Park nunca había lucido tan deslumbrante como esta noche , era una de esas zonas más adentradas en lo profundo del parque en donde difícilmente llegaban los senderos que los mundanos utilizaban para hacer sus ejercicios matutinos, estaban un tanto ocultos por las grandes rocas que los rodeaban y la densa línea de arboles a su alrededor, de las mesas colgaban brillantes y elegante manteles azules, flores flotaban en recipientes de cristal en sus centros, los invitados esperaban ansiosos bajo grandes carpas que a Clary le recordaban a las películas de la edad media en donde los reyes dejaban la comodidad de sus castillos para realizar los largos viajes de reino a reino. Todo era digno de la realeza en este pedazo del oscuro Central Park, iluminado por lámparas flotando mágicamente en los alrededores. Magnus como los invitados esperaba con una ansiedad que inútilmente intentaba disimular.

-¿Y bien? –Jace se acerco a Magnus, una bebida descansaba en su mano, resaltaba el traje con corbata que llevaba. -¿Nos dirás que pasa aquí?

-No, aun no.

Jace lo miro con recelo. -Esto no es una boda ¿Verdad brujo?

-No seas ordinario Herondale.

-Bueno, no puedes culparme esto…

-¡Es grandioso! –Dijo Isabelle, acercándose dando brincos con gracia hacia Jace y Magnus, del brazo de Simon. -Fácilmente podría ser la celebración de una boda.

-No mi boda. –Dijo Magnus pretencioso.

Clary no podía estar más de acuerdo con ello. Y le asusto un poco el pensar en la boda de Magnus Bane.

-Es increíble como logras estas cosas. –Dijo Jace señalando hacia los invitados, Maia y Catarina conversaban alegremente a lado de la fuente impresionante al final del lugar.

Magnus quito la mirada de lo alto de las escaleras por las cuales Alec llegaría en cualquier momento, por lo menos Magnus deseaba que fuera en cualquier momento. –En realidad no es gran cosa. –Dijo Magnus secamente. –Soy un brujo. ¿Recuerdas?

-No me refiero a la decoración en realidad. –Dijo Jace. –Sino al hecho de que Robert este aquí.

-¿Y qué me dices del hecho de que Maryse y él estén en la misma mesa? –Dijo Clary.

Magnus dirigió su atención hacia la mesa en cuestión. Tanto Luke, Jocelyn y Maryse se encontraban en una animada conversación, la imagen le hizo preguntarse a Magnus, que tan unidos debieron haber sido en el pasado, antes del circulo.

-Bueno. –Dujo Magnus a los chicos. –Claramente yo los invite, sin embargo el que estén en la misma mesa. Eso es asunto de ellos.

Isabelle y Jace se miraron.

-Y la comida es fantástica. –Agrego Simon. El chico no estaba muy seguro de lo que estaban hablando, su memoria un tenía algunas lagunas, pero sabía que estaba en el lugar correcto con las personas indicadas, con las personas con quienes de alguna extraña razón, quería estar.

-Lo es. –Dijo Isabelle en cooperación. –Y no te preocupes por nada, no dejare que nadie te convierta en cualquier especie de cuatro patas.

-¿Qué? –Simon estaba más confundido.

-Es una increíble historia. –Dijo Jace. –Muy simpática en realidad.

-No hay nada de simpático en ella. –Protesto Clary. –Magnus me apoya, ¿No Magnus?

Magnus no estaba prestando atención, toda su energía ahora estaba enfocada en la persona que bajaba por las escaleras, se notaba claramente tímido y avergonzado por el enrojecimiento en sus mejillas. Magnus se apresuro hacia él. Se sintió complacido al ver lo que vestía. Lo alcanzo en medio de la escalera adornada por luces blancas como luciérnagas, en el descanso de esta Alec se detuvo para observar la deslumbrante decoración.

-Hola –Dijo Magnus.

-Valla. –Dijo Alec. –Esto es…

-¿Te agrada?

-¿Cómo podría no? es… espectacular.

Magnus lucia un poco mas aliviado. –Bien. –Dijo y trago saliva. –Supongo que es hora.

Alec no recordaba a Magnus sentirse temeroso alguna vez, esto lo conmovió. Magnus se coloco frente a Alec y tomo su mano, sabía que todos prestaban atención a ellos, no podría ser de otra manera. Alec le cedió su mano con naturalidad y sintió un leve temblor en la de Magnus, podría ser algo muy sutil pero estaba ahí, Alec se compadeció aun más.

-¿No vas a saludarme? –Dijo Alec con el rostro enrojecido y pasando su pulgar lentamente por sobre los labios de Magnus. Para Magnus el tiempo se detuvo en el momento en que se inclino para unir sus labios con los de Alec, un beso dulce y lento pero que hizo que su estomago viajara a la luna y volviera en un segundo.

Y toda duda o miedo se fue rápido y lejos.

-Invite a nuestros amigos y tu familia, porque quería que estuvieras con ellos hoy, se lo importante que son para ti. -Comenzó Magnus –Y necesitaba crear una noche perfecta…

-¿Para ambos?

-Sí. –Dijo Magnus. –Una de las más importantes de nuestras vidas.

-Y todo este brillo es para que no se desborre en la memoria. Lo entiendo. –dijo Alec con un cierto tono divertido.

-Bueno, eso podría ser simplemente que…

-Eres Magnus Bane, también lo entiendo.

Magnus sonrió, y sus hombros se relajaron inmensamente. Alexander tenía ese efecto en él siempre.

Magnus aferro aun más las manos de Alec entre las suyas. –Haces que todo entre nosotros sea tan sencillo. –Murmuro Magnus.

-Alguien tiene que hacerlo.

Y de nuevo Magnus sonrió.

-Han sido casi cuatrocientos años –Dijo Magnus. –De enamorarse, de tropezar, de perder, de disfrazar dolor con diversión, pero ahora. Ahora te tengo a ti. Y la vida nunca había sido así, diferente de un modo impresionante. Amo la manera en que me haces sentir, amo la forma en que amas mi manera de ser. Sin reproches, sin fachadas. Tu sencillez es lo más impactante en mi vida y la quiero tener conmigo para siempre. Por esto y por muchísimas cosas más que te iré diciendo y demostrando en el trascurso de nuestra vida juntos. Esta noche, quiero pedirte, Alexander Gideon Lightwood… ¿Te casarías conmigo?

En ese momento fuegos artificiales cubrieron el pequeño espacio aéreo que cubría a Magnus, Alec y sus invitados. Todas las miradas se movieron de ellos hacia el cielo, incluso la de Alec.

-Claro. –Dijo Alec con una sonrisa radiante, como pocas veces podría plasmar su rostro. –No podían faltar.

Magnus sonreía cuando Alec regreso su rostro al de él. Se miro reflejado en sus ojos de gato verde dorado y se perdió en su propio futuro a lado de Magnus.

Paso saliva y contesto. –Sí. –Dijo firmemente. –Magnus, quiero casarme contigo.

El rostro de Magnus se ilumino, casi tanto como los fuegos artificiales en el cielo. Esto había ocurrido, había propuesto matrimonio por primera vez en su larga vida, le había pedido matrimonio a Alexander y él había dicho que si.

Un coro de aplausos interrumpió el fuerte enlace que mantenían sus miradas, Alec se pregunto cómo había sido que estando tan retirados, todos parecieron haberse enterado de lo ocurrido. Pero no paso mucho tiempo antes de que levantara su mirada y se diera cuenta de la leyenda que se encontraba trazada en el cielo con brillantes letras fluorescentes: Dijo si.  Alec rio por aquel tan impresionante hecho.

-Eres… Tú eres… -Dijo Alec maravillado. –Te amo.

Radiante era la sonrisa de Magnus. –Oh. –Dijo él. –Aun falta algo.

Sirvan la Champagne Se escucho de entre los presentes, había un muy agradable ambiente de celebración.

Magnus saco del bolsillo interno de su saco una caja aterciopelada azul. La abrió y dentro estaba su anillo. El anillo que había llevado consigo durante siglos, brillante y con su topacio azul.

Alec suspiro. –Tonto soy por esperar algo discreto.

Magnus coloco el anillo en el anular izquierdo de Alec. –Pronto serás mi esposo. –Dijo Magnus. –Debes comenzar a acostumbrarte a este tipo de obsequios, sin importar lo despampanantes que pudieran parecerte. –Magnus miraba con orgullo su anillo ahora en la mano de Alec.

-¿Y tú? –Dijo Alec. -¿Podrás acostumbrarte a que te llamen Señor Lightwood?

Corchos saltaban de un lado a otro, abajo, entre los invitados.

–Adoptar el apellido de tu conyugue es del siglo pasado. –Dijo Magnus arrugando la nariz. –Presumo que seremos un matrimonio un tanto más moderno.

Alec hizo un gesto de protesta, coloco su mano alrededor de la cintura de Magnus y lo jalo hacia sí. –Serás el Señor Lightwood. –Dijo Alec posesivo. –No te escaparas de eso.

Magnus mordió su labio, sonreía complacido. –Señor Lightwood seré. –Dijo y se inclino para besar a su prometido.

Ambos se separaron cuando se percataron de Isabelle corriendo hacia ellos subiendo las escaleras. -¡Vamos chicos! Es hora de unirse a la fiesta. –Los ojos de Isabelle brillaban con ilusión. –Papá quiere hacer un brindis.

-¿Qué? –Dijo Alec.

-¿Quien? –Agrego Magnus.

Isabelle rio ante sus reacciones. –Sí, mi padre. Él… –Dijo y miro a Alec. –Se mira contento.

-Pues no deberíamos de perdernos eso. –Dijo Alec y sintió un leve agarre de Magnus sobre su brazo.

-claro. –Dijo Magnus. –Pero en un momento, -Le dijo a Isabelle. –Estaremos con ustedes en seguida. Si me disculpas.

-Claro. –Dijo Isabelle y se alejo sonriendo.

-¿Todo bien? –Pregunto Alec.

-Es solo que… -Comenzó Magnus con sus brazos alrededor de Alec. –Tengo que admitir que no me imagine que lo tomaras con tanta calma, es decir, yo era todo menos calma y tú… Es, es como si hubieras tenido una idea de lo que iba a pasar.

-La tenía. –Dijo Alec sencillamente.

-Dime Lightwood –Pregunto el brujo. -¿Qué me delato?

Alec se aferro un poco más a los brazos de su prometido. Mirando fijamente cada facción de su peculiar y hermoso rostro –Magnus Bane. –Dijo sonriendo. –Debes entender que ahora, para mí, eres un mágico y un muy impresionante… libro abierto.

\(*_*)/
MayGraciela♥

Comentarios

  1. may... te amo, cada que leo un fanfic tuyo no puedo evitar sonreír, llorar y gritar de emoción.

    espero con ansias el siguiente o(>•<)o

    atte:
    Kairi ~ alec ~
    tu fan n. 1

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    1. Celeste!! Tambien te amo :D

      Y gracias que bueno que te gusto y ya estoy trabajando en el siguiente, pronto sabrán de mi de nuevo.

      Gracias por todo!! :D

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  2. Ohhhh amo a estos dos los amooo, gracias por tu fanfic...sobre todo estos de la propuesta los ame :)

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  3. Cuando ando deprimida leo tus fics para animarme.

    No creo que haga falta mas comentarios.

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  4. Lo que escribes es más que perfecto ��

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  5. Lo que escribes es mas que perfecto

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  6. Esto es hermoso! Cada historia tuya. E.emociona porque es lo que esperaba leer de ello y que no se da en los libros! Gracias!

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  7. Me quedé con ganas de saber que dijo Robert

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  8. Me encantaron las 2 partes de tu fic
    Fueron muy tiernas

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